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El muro de Washington

Por: Luis Napoleón de Armas P.

Durante 28 años, el muro de Berlín fue el símbolo de dos cosmovisiones del mundo en lo económico, ideológico, oncológico, social, religioso, y cultural. Pero está demostrado que ninguna muralla es capaz de contener al hombre porque su espíritu vuela. Ante su caída que arrastró, en apariencias, al campo socialista, la otra vertiente del pensamiento se declaró ganadora. El capitalismo salvaje peroraba que solo la economía de mercado era capaz de conducir a la humanidad por senderos de crecimiento; el derrumbe de la URSS, como polo del lado socialista, era un argumento convincente que nadie osaba controvertir. EE.UU se declararon ganadores y se erigieron en portaestandartes de las teorías capitalistas festejando la desaparición del concepto de Estado y de su intervención en el manejo de la economía. Mientras tanto, un mundo irredento esperaba, sin sospechar la tragedia, que la unipolaridad salvaría a la humanidad de hambrunas, que vendría la equidad y la autodeterminación de las naciones, y la paz mundial sería servida en bandeja. Igual, se anticipaban tiempos de plena democracia. El Plan Marshall en Europa, la Alianza para el Progreso en América Latina, los planes de contingencia para África y Asia, con toda su parafernalia, insinuaban que la felicidad estaba cerca. Sin embargo, fue una falsa expectativa. Lo que estamos viendo es que la pobreza y el desempleo en el mundo han crecido, la concentración de la riqueza y del poder se han exponenciado, las guerras continúan, la democracia en muchos países solo ha estado en los textos constitucionales y hoy, los líderes de esta propuesta, están confundidos porque les ha caído el bumerán de los acertijos. Lo que pasa en la zona euro no tiene explicaciones teóricas. Muchos de sus miembros como Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia se intoxicaron con su propia medicina. Pero quien lo creyera, que el adalid de esta falaz y tormentosa revolución, los EE.UU, cayera en las trampas de su propia red. Este país que ha vivido de las burbujas, ahora está sumido en un complejo déficit fiscal que compromete más del 90% de su PIB. Esto era insospechable en la era de la “reaganomanía” y de sus sucesores, época en la cual su imperio tocaba lo más alto de la soberbia; todo el mundo estaba a sus pies, no se movía una sola hoja de papel sin que esta potencia con pie de barro se enterara; los países del mundo occidental rendían sus cuentas, no ante sus pueblos, sino ante la Casa Blanca; el peregrinaje de jefes de Estado y funcionarios de todos los niveles, era vergonzoso y aún lo es. Allí se decidían muchas candidaturas presidenciales y se soportaban gobiernos títeres, incluyendo dictaduras, con el aval cómplice de la OEA y la ONU. Hoy, estos países se encuentran en el peor de los mundos, apostándole a teorías erráticas y a veces eclécticas. Es difícil pasar al otro lado; ahora, el muro de Washington sucedió al de Berlín, muy vulnerable frente a los hechos, y su arquitecto, el FMI, está sub júdice. Los EE.UU, expertos en firmar tratados leoninos de libre comercio, hasta discrecionalidad han perdido. Sus relaciones comerciales ya no las podrán imponer con las gabelas y férula de antes. Un nuevo marco regulatorio en materia comercial ha de darse. La China, que practica sistemas de mercadeo de occidente, imbuida de una cultura no occidental, liderará, dentro de poco, esas relaciones con los países emergentes, en especial con los del Pacífico, y con la India. Los países tercermundistas solo deberán asistir a reuniones donde se debatan nuevas teorías de buen gobierno. La burbuja de este modelo económico colapsó.
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