Hace aproximadamente 20 años, en horas de la madrugada, llegué a la casa de Darío Pavajeau Molina quien me había invitado a una de sus famosas parrandas en el patio de su residencia del barrio Novalito, en los días del festival vallenato.
Era común encontrar allí a los más afamados acordeoneros y músicos de la región y nunca faltó Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza. “Él era de la casa, era como mi hermano, era de la familia”, dice Darío.
Llegué como a la una de la madrugada. Recuerdo que estaban Darío y su esposa María Elisa Baute y sus tres hijos, su hermano ‘El Turco’ Pavajeau, el acordeonero y Rey Vallenato Álvaro López, ‘Colacho’ Mendoza, su conjunto y varios amigos.
El patio es pequeño de tamaño, pero reviste mucho calor humano por los anfitriones. “Es una costumbre y herencia que me dejaron mis padres quienes siempre me decían que hay que querer a la gente y atender bien a los amigos e invitados”, afirmó Darío.
Cuando llegué, procedente de la plaza Alfonso López, encontré la parranda a todo furor. Tocaba el acordeón Álvaro López. Casi no cabíamos las 20 personas que estábamos allí.
En la matera de un palo de mango que está en el patio, estaban sentados varios jóvenes, entre ellos los hermanos Darío José, Silvia Eugenia y María Victoria (‘Vicky’) Pavajeau Baute. Recuerdo que Vicky me llamó para presentarme a uno de sus amigos, era un cachaquito fileño y de cara muy delgada, flaco, bajito y lento en su hablar.
Nos dimos las manos, pero no escuché bien su nombre, por lo alto de la música que en esos momentos interpretaba Álvaro López con su acordeón.
‘El cachaquito’, como lo bauticé después, era de poco hablar, muy mesurado. Yo sin recordar su nombre empecé a conversar con él sobre la música vallenata. Me dijo que estaba interesado en grabar un disco con un Rey Vallenato porque le fascinaba la música de acordeón.
Incluso, en esos momentos tarareaba las canciones que tocaban y cantaba Álvaro López, Colacho e Ivo Luis Díaz. Su acento interiorano –rolo- era muy marcado, pero era afinado y melodioso, sentí que estaba frente a un artista, novicio pero talentoso y traté de conocer mucho más de él, aunque me sentía incómodo porque no recordaba su nombre.
Tragos iban y tragos venían y el entusiasmo crecía en la parranda. El cachaquito me insistía en la importancia de la música vallenata para el país y la trascendencia que tenía en el mundo. “Me encanta su melodía y su rítmica”, repetía.
Yo le había prometido, al cachaquito, que iba a hablar con ‘Colacho’ y con Álvaro López para que cantara una canción vallenata con ellos.
“Tranquilo, ya el señor Darío me dijo que me avisaba para cantar”. Minutos después se acercó Vicky y dirigiéndose al cachaquito dijo: “Sigue adelante para que cantes con Álvaro López”.
El cachaquito cantó varios vallenatos y puso en calor la parranda. Fue un espectáculo y esa madrugada quedó prácticamente definido que Álvaro López iba a grabar un disco con aquel personaje desconocido para mí.
Al día siguiente, cuando me desperté, le conté a mi esposa que había llegado en la madrugada porque había estado donde Darío Pavajeau en una parranda y allí había conversado por espacio de varias horas con un muchacho, cachaquito, de nombre Fonseca.
Mi esposa pegó un grito de sorpresa y me dijo “veee mi amor, me hubieras venido a buscar, ese es apellido Fonseca, uno de los mejores cantantes del país, canta pop y ritmos folclóricos y vallenato, es famosísimo, es un cantante sensacional”, expresó. Hasta la próxima semana tiohiro@hotmil.com @tiochiro.