En los inicios de este mundo, cuando todos los animales convivían y se comunicaban como los seres humanos con lenguaje articulado, en una casa ceremonial, varios sabios se reunieron con el fin de enseñarle los cantos sagrados a la paloma mona. Esta fue escogida entre las demás aves por lo tanto no podía salir de la casa ceremonial, y para que realice los oficios de traer agua y leña y otros oficios pusieron al mirlo.
Al lado del fogón la paloma mona recibía las instrucciones, mientras que el mirlo lo enviaba a cortar leña, a coger agua y no lo dejaban escuchar los cantos porque no fue elegido como aprendiz. Fueron pasando los días y las lecciones continuaban mientras que el mirlo realizaba los oficios con prontitud y aprovechaba los instantes que le permitía acercarse a la casa ceremonial y lo poco que lograba escuchar se le iba grabando. Los sabios al darse cuenta de las intenciones del mirlo lo vigilan y no lo dejaban estarse mucho tiempo cerca a la paloma, pero el mirlo realizaba los oficios con prontitud.
Pasado un largo periodo del aprendizaje los sabios consideraron que había llegado el momento de escuchar y evaluar los logros de la paloma mona; para ello invitaron a todas las aves y los preparativos duraron días para reunir gran cantidad de leña y alimentos y fue cuando más trabajo le dieron al mirlo.
Llego el día esperado; los sabios maestros de los cantos sagrados se reunieron alrededor de una gran plaza, mientras el resto de aves se acomodaban según su jerarquía. Un grupo de aves fueron a buscar a la paloma que permanecía encerrada; custodiada entro la paloma en la plaza y muchos no la reconocieron, porque al inicio del aprendizaje le vieron con un atuendo blanco de algodón, su ropa había cambiado de color, presentaba un color marrón, y no solo eso, sus ojos los tenia enrojecidos, por efectos del humo..
Le dieron la flauta y lo único que logro entonar fue un monocorde sonido algo parecido como un ¡UUUUU¡ ,mientras que el mirlo lo poco que escucho se lo aprendió por eso hoy día se oye cantar con distintas tonalidades, y la paloma quedo para siempre con ese vestido rojo.
Autor: Naringumu Izquierdo Villafaña – I. E. Villa Germania.