El excandidato a la Gobernación del Cesar, en las últimas elecciones departamentales, Antonio Sanguino, ha sido designado como ministro del Trabajo. Se ha recordado que esa cartera ministerial antes fue ejercida por los cesarenses Crispín Villazón de Armas y José Antonio Murgas, hace algo más de 50 años. Sanguino ha sido senador, jefe de gabinete de la Administración del Distrito de Bogotá, capital de la República, en el gobierno de Claudia López; es profesional y agudo orador público.
Se espera que Sanguino acompañe al presidente Petro en sus últimos 18 meses de gobierno y le deseamos éxitos en su gestión. El nuevo ministro conoce el departamento del Cesar, su última campaña le dio la oportunidad para recorrerlo más, notar sus problemas, palpitar las angustias de su población pobre, observar su inequidad social y también regional, con la perspectiva de un cesarense del sur, conocedor de la queja de algunos coterráneos que desearían ser regidos por otra nueva circunscripción departamental.
Sanguino ha cuestionado la política regional y la hegemonía departamental una alianza política totalizadora de la representación congresional, la gobernación, las asambleas, alcaldías y concejos. Sin renunciar a sus posiciones partidistas y a sus convicciones frente a una democracia departamental muy limitada y una competencia política dominada por el dinero, le corresponderá con madurez trabajar en los aspectos que unen al Gobierno nacional y a nuestras entidades públicas territoriales. Ese manejo especial de avanzar, conquistar, renunciar y ceder para atar las puntas extremas de todo ejercicio de negociación política o social, en especial, cuando se ponen en la mesa los intereses divergentes, pero que podrían terminar siendo concurrentes o complementarios entre empleadores y los trabajadores.
Sanguino sabe de los niveles de desempleo del departamento y en general de nuestra región Caribe. Cuando hay el trabajo, este es informal, de rebusque. Los formales son los menos. Y si son jóvenes y mujeres tienen menores posibilidades laborales, ya sea informal o formal.
En el Cesar y sus municipios son extraños los proyectos productivos específicos de generación de empleos, algunos se convierten en dinero de bolsillo de las Alcaldías; los proyectos productivos de la denominada Economía Popular, que deberían conjurar y prevenir la acción de los cobradiarios, no están implementándose debidamente; los gobiernos municipales creen que es suficiente la generación de empleos derivadas de los programas de inversiones en obras públicas.
La micro y pequeña empresa, según gremios que lo asocian como Acopi, enfrenta el desafío del proyecto de reforma laboral, un reto para el nuevo ministro, y que mantuvo en camino de discusiones y posible aprobación la inteligente antecesora Gloria Inés Ramírez. Es cierto que los derechos de los trabajadores deben ser considerados y ampliados, pero podrían estirarse tanto que desestimularían a las empresas. Un 80 % de estas no pasan de 5 trabajadores formales. Lo cierto es que en la región lo frecuente es el trabajo informal, el subempleo y miles de personas no ganan siquiera el salario mínimo legal.
Una tarea clave del Ministerio es la labor y desempeño del SENA; el departamento y algunos municipios han hecho mejores dotaciones e infraestructuras, entre ellas, las del étnico que aún no opera. Un SENA potenciado y dinámico podría ser transformador. En 18 meses no se logrará tanto pero sí se pueden dejar bases de cambio.
Otras tareas esperan al ministro, como la de la implementación de la ley de pensiones. Proteger el trabajo sindical, el de los trabajadores mineros verbigracia, cuya peor noticia es que las compañías cierren parcial o totalmente… y en el orden nacional contribuir a la organización, al trabajo en equipo y al manejo prudente y eficaz de la Nación.