El 1° de octubre reciente, la República Popular China cumplió 70 años, el parámetro temporal más productivo que país alguno haya experimentado. Este modelo de economía no contemplado en ningún texto, ha funcionado pese a ser un híbrido con un Estado socialista y una economía de mercado.
De esto, tres grandes genios son responsables: Mao, considerado el timonel, Deng, el reformista y Xi el potenciador. Como en todo nuevo emprendimiento, tuvieron grandes dificultades pero la claridad de sus objetivos y metas los ubicaron en el sitial donde hoy están. Para sincronizar a un inmenso país como la China, con el 19% de la población mundial y el segundo en extensión, con diferentes idiomas y costumbres, eso solo fue posible por una filosofía milenaria, la de Confucio, consistente en un gran paradigma ético, espiritual y de buenas costumbres.
De la China rural y empobrecida se pasó a la que es hoy, dotada de mega ciudades e infraestructuras y poseída con una tecnología de vanguardia tal que compite por la carrera espacial y pertenece al club exclusivo de las ocho potencias con poder nuclear. Según ranking del FMI, la China del 2018 ya es la mayor economía del mundo con 18.75% del PIB global, superior al de los EE.UU que ocupa el tercer lugar con 15.27%, después de la Comunidad Europea que cubre el 16.30%.
Los estimativos de la misma fuente para 2019 muestran a una China creciendo con el 19.24% y los EE.UU con el 15.02%, perdiendo algunas fracciones frente al 2018. El PIB global estimado para el 2019 asciende a 142 billones de dólares. China tiene la economía más dinámica del planeta, posee el 17.9% de las reservas internacionales, equivalentes al 15% del PIB gringo. Según el ranking QS, la China socialista y de mercado ubica una universidad entre las primeras 20 mejores del mundo donde ni Alemania ni Francia ni Rusia figuran.
Cada semana abren una universidad en China. Razón tuvo Napoleón cuando dijo: “dejad que los chinos duerman porque, ¡ay!, cuando despierten”. Ya lo hicieron miles de años pero no creo que vuelvan a dormir. Hoy, la tasa de mortalidad infantil de Pekín es menor que la de Washington.
Este insomnio es el que desvela a los EE.UU, el exponente del capitalismo salvaje que no ha podido evitar la muerte por hambre y enfermedades curables de millones de personas cada año mientras la riqueza se concentra en pocas manos; 26 personas tienen el 50% de toda la riqueza. Dirán los críticos que China no es una democracia y que tuvo su Tiananmen, pero, ¿cuántas muertes han producido los EE.UU en nombre de la democracia y cuántas dictaduras han impulsado? ¿Cuántos países han desestabilizado y cuantos han invadido y sitiado económicamente? Lo que importa es que el bienestar llegue a las mayorías.
Tampoco Singapur es una democracia y tiene el 6° mayor ingreso per cápita del orbe, con una tecnología de punta que la Colombia “democrática” quisiera tener; ni la Filipina de Duterte es un paradigma. Lejos está el Japón imperial de ser una democracia y es el top 3 de la economía, la ciencia y la tecnología.
Lo fundamental no es el tipo de gobierno que se tanga sino la clase de sociedad que formemos, la igualdad de oportunidades ofrecidas, la tolerancia y la eficacia para resolver los problemas del planeta, a un tris de desaparecer. Basta de ismos.