Salir a la calle por la noche no es lo mismo para un hombre que para una mujer. Lo sé, porque he crecido con un miedo latente, con ese instinto de estar siempre alerta, de mirar a mi alrededor y pensar si alguien me está observando. Es un miedo que, muchas veces, ni siquiera podemos verbalizar, pero que sentimos en lo más profundo cada vez que salimos solas al mundo. ¿Te has preguntado alguna vez por qué?
La diferencia está en cómo nos educan. Desde pequeñas, se nos enseña a cuidarnos más, a estar siempre atentas, a no hacer ruido, a no ser “provocativas”. Aunque muchos hombres tal vez no lo comprendan, esa sensación de vulnerabilidad es algo que nos acompaña siempre. Cuando un hombre sale solo a la calle, no tiene que preocuparse por si su ropa o su actitud podrían ponerlo en peligro. Nosotras, en cambio, debemos evaluar constantemente nuestras decisiones, y nuestra seguridad está en juego simplemente por ser mujeres.
Y esto no es un pensamiento aislado. Es un reflejo claro de la desigualdad de género que, a pesar de los avances, sigue presente en nuestra sociedad. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, son fechas marcadas en el calendario que nos recuerdan que la lucha por la equidad y el respeto no puede limitarse a un acto simbólico de un día al año. Estos días deben ser un recordatorio constante de que necesitamos un cambio real, continuo y colectivo.
El 8 de marzo nos recuerda las luchas históricas por los derechos, como la huelga de 1908 en Nueva York, cuando un grupo de mujeres exigió condiciones laborales más justas. Sin embargo, esa lucha sigue vigente hoy, cuando aún enfrentamos discriminación salarial, falta de representación en cargos de liderazgo y una cultura que continúa dejándonos en el segundo plano.
Por su parte, el 25 de noviembre se conmemora la vida y muerte de las hermanas Mirabal, tres valientes que lucharon contra la dictadura de Trujillo en la República Dominicana. Fueron asesinadas por sus convicciones políticas, pero su muerte nos plantea el grave problema de la violencia de género. Cada año, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer nos enfrenta a una realidad alarmante: el miedo que sentimos no es infundado, es una manifestación de la violencia estructural que afecta a todas.
Necesitamos ser escuchadas. Necesitamos que se respete nuestro derecho a vivir sin miedo. Debemos empoderarnos de nuestras voces, pero también necesitamos el apoyo de todos y todas en este proceso, porque la lucha por la equidad e igualdad no es una lucha de mujeres contra hombres, sino de todos contra la violencia, el miedo y la discriminación.
Si alguna vez te has sentido vulnerable, si alguna vez has sentido miedo, quiero que sepas que no estás sola. Existe la línea nacional 155, donde las víctimas de violencia de género pueden recibir orientación y apoyo las 24 horas del día. Esta línea es una herramienta vital, para que no tengamos que enfrentar el miedo solas.
Merecemos ser tratadas con respeto, no solo en el ámbito público, sino también entre nosotras mismas. Es necesario eliminar la competencia destructiva y promover la solidaridad, para que nuestras voces no solo se escuchen, sino que también se respeten, tanto en el ámbito laboral, familiar como en todos los espacios de nuestra vida cotidiana.
Este año, la ONU nos alerta con el lema: “Cada 10 minutos una mujer es asesinada. #NoHayExcusa. ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres”. Estas palabras reflejan una crisis que no podemos seguir ignorando. La manera de cambiar esta narrativa está en nuestras acciones diarias y en tener tolerancia cero frente a cualquier forma de violencia. Movilicémonos, exijamos responsabilidad y renovemos nuestro compromiso colectivo. No basta con observar desde lejos; todos tenemos un papel que jugar en esta lucha.
Por: Sara Montero Muleth