Hipócrates fue un médico griego que existió durante 100 años, ya que nace en el año 4.600 antes de cristo y muere en el 4.700. Su padre era médico; en su juramento deja entrever la ética que debe observar todo médico, él separó la medicina de la filosofía.
Fui yo paciente del doctor Pumarejo durante 9 años, y observé en él, el siguiente comportamiento: era un gran humanista y, así, todas las drogas que le regalaban los visitadores médicos, él las obsequiaba a sus pacientes más pobres.
Atendía en su consultorio a las personas que tenían pobreza tridimensional, y que no tenían cómo pagarle la consulta; era un desprendido de las cosas materiales, y no gustaba del acaparamiento, de la acumulación de riqueza y de la ambición. Siempre expresaba: “Todo en la vida tiene una solución, menos la muerte”.
Su profesión la heredó de su abuelo el gran maestro Rafael Valle Meza, y de su abuelita Olga Riaño heredó el don de gentes, y el servicio a sus semejantes como fundadora del colegio Prudencia Daza y la Casa de la Niña. Era hijo de Josefina Valle y Fredy Pumarejo Cotes.
A él se le podía contar los problemas más íntimos del hogar, especialmente algo relacionado con los hijos, con la seguridad de que él callaría y guardaría como un secreto inviolable que jamás divulgaría aún después de fallecido el paciente.
Velaba siempre por el respeto a la vida humana, desde que el niño nacía, por ello nunca aconsejó un aborto y, por el contrario, sensibilizaba a las mujeres que querían abortar, para evitarlo.
El doctor Fredy, no tenía en cuenta consideraciones políticas o religiosas, ni de raza, ni de posición social, para atender a sus pacientes; él sólo velaba solícitamente por la salud de sus pacientes; consideraba como hermanos a sus colegas y nunca formuló juicios ligeros contra ellos, que pudieran lesionarlos y por ende afectar su prestigio; practicó su profesión con conciencia y dignidad; la salud de sus pacientes siempre fue el objetivo prioritario de su trabajo; respetó los secretos que le fueron confiados en el ejercicio de su profesión; respetó siempre la voluntad de sus pacientes, siempre procuró ponerse al día de nuevos conocimientos para mejorar la calidad de su trabajo, y por ello se ausentaba todos los años a diferentes países del mundo para actualizarse en el ramo de la reumatología; al revelarle los pacientes sus problemas emocionales, actuaba como un sicoanalista, pues él sostenía que el estado mental y emocional repercutía en la salud física del paciente. Eso nos hace ver que la práctica de su medicina era de carácter interdisciplinario. Era como un sacerdote confesor.
Al morir el doctor Fredy, fue esperado en el cielo por sus abuelitos Rafael Valle Meza, Olga Riaño de Valle que tuvo hijos de importancia nacional, Tito Pumarejo y Nepta Cotes Ovalle, quienes los recibieron con los brazos abiertos, y allí se encontró con el Padre Celestial.
EL JURAMENTO HIPOCRÁTICO
He aquí el juramento hipocrático en el momento de ser admitido como miembro de la profesión médica ante sus maestros, y ante los miembros de la facultad de medicina que le enseñó todo cuanto sabía:
- Consagraré mi vida al servicio de la humanidad.
- Guardaré a mis maestros el debido respeto y gratitud.
- Practicaré mi profesión con conciencia y dignidad.
- La salud de mis pacientes será el objetivo prioritario de mi trabajo.
- Respetaré los secretos que me fueron confiados en todo aquello que con ocasión o a consecuencia de mi profesión pudiera haber conocido y que no deba ser revelado.
- Consideraré a mis colegas como a mis propios hermanos, y no formularé a la ligera juicios contra ellos que pudieran lesionar su vulnerabilidad y prestigio.
- No permitiré que prejuicios de religión, nacionalidad, raza, partido político, o nivel social, se interpongan entre mi deber y mi conciencia.
- No prestaré colaboración alguna a los poderes políticos que pretendan degradar la relación médico-enfermo restringiendo la libertad de elección, prescripción y objeción de conciencia.
- Guardaré el máximo respeto a la vida y dignidad humanas. No practicaré ni colaboraré ni participaré en ningún acto o maniobra alguna que atente contra los dictados de mi conciencia.
- Respetaré siempre la voluntad de mis pacientes y no realizaré ninguna práctica médica o experimental sin su consentimiento.
- No realizaré experimentos que entrañen sufrimiento, riesgo, o que sean innecesarios, o que atenten contra la dignidad humana.
- Mantendré la noble tradición médica en lo que a honorarios se refiere.
- Procuraré mantener mis conocimientos médicos en los niveles que me permitan ejercer la profesión con dignidad y seguridad.
- Si llegado el día en que mis conocimientos o facultades físicas o sensoriales no fueran las idóneas para el ejercicio profesional, y no abandonase este voluntariamente, pido a mis compañeros de hoy y de mañana que me obliguen a hacerlo.
- Hago estas promesas solemne y libremente, bajo palabra de honor, en memoria de todos los que creen o hayan creído en el honor de los médicos y en la ética de sus actuaciones.
¡Qué bonito queda, pero cuan poco se cumple!
Anécdota: en mi última consulta con el doctor Pumarejo Valle, recién venido de Bogotá, donde recibió su primer tratamiento contra el cáncer de pulmón, lo noté totalmente diferente, por lo cual exclamé al verlo: “Vea doctor, ¿y a usted qué le hicieron en esa clínica?, si ha venido nuevecito, parece de 15 años, está rosado como un cachaco, vea, si yo tuviera 15 años le coqueteaba, ¡pero ya con 80 ni manera!”.
Estas palabras las escuchaba sonriendo y contento, y por ello me abrazó y me dio las gracias. Me dijo: doña Ruth , estas palabras me levantan el ánimo y las quiero grabar como recuerdo, y para que mi esposa vea cómo me quieren mis pacientes, y luego sacó un celular muy potente y me dijo que le repitiera esas palabras tan lindas que para él eran las de una abuelita muy sincera.
Al morir, su esposa, la distinguida educadora María Doris Villazón, tuvo a bien publicar mis palabras de elogio que sólo buscaban darle ánimo y salud.
Debo agregar que siempre me saludaba con esta expresión: “¡Llegó mi parienta!”. Era que estábamos emparentados por los apellidos Cotes y Ovalle.
El comportamiento del doctor Pumarejo Valle con sus pacientes, me hace recordar al fundador de la gran cirugía en el departamento del Magdalena Grande, el doctor Gustavo Ariza Cotes.
Por: Ruth Ariza Cotes