El manejo de las virtudes esenciales debe lograrse como una asignatura obligatoria en todas las escuelas y colegios desde temprana edad y solo así se alcanzará para la humanidad una formación moral sensata y amarrada a la templanza.
La templanza se trata de una virtud moral, cuya finalidad está en el equilibrio de los deseos y los placeres con el buen uso de la razón. La templanza es el equilibrio de todas nuestras actuaciones.
Para albergar la templanza tiene que haber una relación perfecta sin llegar al máximo entre el espíritu y la directriz del pensamiento, porque la templanza pertenece a las emociones apaciguadas del alma.
El hombre manso es quien ha adquirido la virtud para saber moderar la ira y sus consecuencias caóticas, llegando a ser una forma de templanza pues rechaza al desorden y resentimientos por el comportamiento de otro.
Las virtudes no son más que aquellas características de un individuo que lo califica ante la sociedad o el medio y que suelen llevarnos a actuaciones positivas reconocidas.
La templanza nos permite gozar de los placeres sensibles de una manera ordenada y adecuada, sin desviarnos por tanto de nuestro fin, la verdadera felicidad.
La templanza es el término medio entre el desorden y la indiferencia en los deseos. La templanza tiende a lo excelente y lo excelente es el medio entre el exceso y el defecto
La templanza y la prudencia hermanadas nos permiten autorregular nuestros movimientos y en el campo económico y social, fácilmente regulamos nuestro modo de vida a través de la producción, la distribución justa y el precio justo.
En los temas de religión nos permite creer en Dios y hablar sobre él sin desvirtuar a las religiones adversas, pero señalando con argumentos filosóficos y entendibles bajo la razón filosófica, quien maneja la verdad tratando de mantener el equilibrio sin el dominio de la voluntad del individuo, logrando mostrar valores.
La templanza en el campo político nos ayuda a mantener el equilibrio democrático, la armonía, el equilibrio interno entre las palabras y los actos, asegurando el dominio de la verdad y protegiendo la honestidad.
Para hablar de la templanza en política hay que mirar hacia atrás a los pensadores y clásicos, para quienes la templanza se consideraba una característica de la ética procedimental en donde los grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, la presentaban como una de las virtudes orientadoras de la moral junto a la prudencia, la justicia y la fortaleza.
La templanza se logra hasta en las cosas inanimadas, así afinamos un instrumento o encontramos el punto de elasticidad de un material metálico y garantizamos su calidad o armonía con el gusto, el servicio y la necesidad.
Para andar los caminos con menos tropiezos hay que hacer uso permanente de la templanza, usando lo que más podamos de las cosas buenas, pero con la capacidad mental para rechazar o abstenerse de las malas, logrando ligar los sentimientos con los pensamientos.