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El maestro César López Serrano

Este 30 de noviembre es el natalicio 77 del recordado docente César López Serrano (1945-2021). Un grupo de amigos y familiares se reunirán para ofrendar un homenaje a la memoria del maestro, escritor y amigo.

César López Serrano, desde que descubre la imagen sonorade las letras, se transforma en un amante de los libros, que eran siempre su compañía, presagios de victoria. Muchas páginas fueron vencidas en su disciplina incansable de lector, por eso su asombrada mirada de imaginación y conocimiento pudo descifrar territorios de metáforas y esculturas inagotables de palabras. En pausados silencios, siempre recordaba el rincón forestal de los cuentos y leyendas de los abuelos, en La Paz, su pueblo.

Su experiencia docente la inicia en 1965, en una escuela de Curumaní, fundada por el sacerdote español Virgilio Fernández, quien había sido su profesor en el Loperena. En 1967 viaja a Barranquilla, ingresa en la Universidad del Atlántico y en 1970 se gradúa de licenciado en Filología e Idiomas. 

Su título de licenciado lo estrena en el INEM de Barranquilla (1971), y en 1973 es trasladado al INEM de Bucaramanga. En 1974 regresa a Valledupar y es nombrado en el colegio Loperena, y dicta horas adicionales en La Sagrada Familia y en el colegio nocturno Cámara Junior. Trabajó en la Normal de Río de Oro y después en la Normal de Manaure en ciclos vacacionales de profesionalización docente. 

Fue profesor de la Universidad Popular del Cesar, y cofundador y rector del colegio Pedagógico Moderno. Desde 1978 laboró en el Instituto Técnico Industrial Pedro Castro Monsalvo hasta la edad del retiro forzoso (2010).

César fue maestro escultor de palabras y supo enaltecer la liturgia de la amistad. Resaltamos su lenguaje siempre amable, la ecuanimidad en sus decisiones, la seguridad en fundamentar sus argumentos, el dominio para armonizar la inteligencia racional y la inteligencia emocional. En las instituciones donde trabajó dejó huellas por su eficiente labor formativa, sus excelentes relaciones humanas y su capacidad inagotable de trabajo.

Memorable maestro y amigo verdadero, cual follaje de lluvia en el cenit del verano, que apenas uno nombra su presencia florece en nuestras manos. Con las primeras auroras de diciembre, en el amanecer de su cumpleaños, familiares y amigos disfrutaban al ritmo de las guitarras de los hermanos Carrascal, que rasgaban sinfonías en el patio de la casa, que se hacía más grande para recibir a los invitados y espontáneos que llegaban. 

Cuando sonaba la canción ‘Lamento borincano’ evocaba nostálgicos momentos con su padre César Pompeyo cuando bajaban de las montañas de San José de Oriente con burros cargados de cosecha para vender en el pueblo. Y la canción ‘Igual que aquella noche’, de su pariente y paisano Emiro Zuleta Calderón, era fiesta de amoríos en su corazón.

Por José Atuesta Mindiola

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