Puede decirse, que desde la Edad Media hasta nuestra época, la actividad humanística en la Iglesia Católica ha descollado por la “lectura del libro sin palabras”, o sea la lectura de las imágenes sagradas. El crítico de arte religioso, Baschet ha afirmado que las imágenes piensan y que se piensa en imágenes. “La imagen adquirió validez en la sociedad rural, cuando leer y escribir estaba restringido y ésta transmitía un mensaje más comprensible. La iglesia hace uso de la efigie para formar e informar. La sobrecarga didáctica de la imagen pintada o esculpida prevalece mucho más tiempo sobre el valor propiamente estético.”
Es así como el sacerdote llega a los feligreses por medio de la predicación y de las imágenes que actúan a modo de recordatorio o refuerzo del mensaje oral, convirtiéndose en un medio de adoctrinamiento junto a la explicación de viva voz de los clérigos, didáctica que reconoce la potencialidad del comentario oral de los predicadores para cautivar la devoción de los fieles. La imagen hace el oficio de memorial, para no olvidar los acontecimientos de las santas escrituras que representan; esencial para la comprensión del arte religioso en el que juega papel innegable la memoria.
En su misión evangelizadora ha forjado culturas con figuras y símbolos religiosos que conllevan la carga histórica de haber alimentado por muchos años la religiosidad popular de nuestra gente, que ha descubierto en estas efigies la presencia de modelos, de valores morales y éticos y ha permitido a la vez acumular una gran patrimonio artístico sacro.
Al hablar particularmente de las devociones y del ambiente religioso de la feligresía de la Iglesia de la Inmaculada Concepción de Valledupar y de la multitudinaria población que crece día a día en número y devoción, revela ostensiblemente la impronta y el carácter sagrado de éstas, confirmados al analizar sus interiores, donde evocamos un universo de recuerdos y escenas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Imágenes que interpretan algunos dramas sagrados y que por su valor sacrosanto, artístico e histórico han generado devoción sin par en los creyentes y alimentado la religiosidad popular a través de la generación de leyendas, en este caso sobre la aparición de la venerable efigie de Santo Eccehomo, cuya fiesta se conmemora el lunes santo: (Ver “Valledupar entre la historia y la leyenda. Giomar Guerra B.”)
… Cuentan los abuelos que llegó al pueblo un día de cuaresma, cuando los creyentes se preparaban para la Semana Santa, un forastero, cosa que llamó la atención de los pobladores…
En esta efigie la imagen de Cristo ha sido concebida de modo diferente: se entrega al pueblo de pie, vestido de púrpura burlesca y amarradas las manos atrás. El sufrimiento, que destruye el equilibrio del cuerpo y el alma, les parecía servil a los fariseos, pero en el solamente se ve la fuerza, la belleza y la serenidad propuesta a la contemplación del hombre.
¿Qué quiso expresar el artista oriundo posiblemente de Quito? Que el dolor existe y de nada sirve negarlo. ¿Qué expresa Santo Ecce-Homo a sus fervorosos creyentes, que llegan el Lunes Santo henchidos de fe?
Atraídos por los milagros, los lunes santos concurren en romería sus devotos, a darle las gracias, a implorar favores y a colocar los “milagros” (figuritas de oro, según la parte del cuerpo que el Santo Eccehomo haya sanado), o bien el amparo recibido. Madrugan a dar gracias por los prodigios y favores, a contarle al oído sus cuitas, sus calamidades, los éxitos, o a hacer una nueva petición o promesa por la curación de enfermedades, para que llueva y haya buenas cosechas, no le falte el agua al ganado, los hijos sean buenos estudiantes, los maridos sean fieles y organizados, por la paz de Colombia, por la liberación de los secuestrados y un sinfín de necesidades.
El gentío enciende cientos de velas y veladoras a tal grado que el hollín que éstas despiden y el aceite de linaza y de oliva que le untan para proteger la madera de la imagen de la polilla, del comején, ha hecho variar el color de la misma, tornándola de pino a color ébano, aceite que los fieles retiran con un algodón para aplicarlo a los enfermos.
La misa y la procesión revisten solemnidad. La comunidad de los Hermanos Nazarenos cuya tradición es conocida. Van revestidos con sus atuendos color púrpura, están atentos a la organización y pormenores de esta celebración, el orden, respeto y veneración y a cargar las andas en las peregrinaciones. Detalle hermoso es el de las esclavas de Jesús y muy pintoresco el de las aguadoras de Guacoche, con sus tinajas sobre la cabeza y su andar airoso, reparten agua fresca para calmar la sed a peregrinos que participan de tan solemne festejo. La fe en el Santo y el crecimiento del número de devotos, han logrado que el lunes santo finalice con la misa campal en la plaza mayor. De allí sale la procesión, en las horas de la tarde,
Sobre esta milagrosa imagen se afirma De La Rosa en La Floresta:
“Con tierna devoción se venera también en aquella parroquia la soberana imagen de Nuestro Señor amarrado en la columna, que allí comúnmente llaman el Santo Ecce Homo… Tiene esta Sagrada Efigie mucha fama de milagrosa en todo aquel vecindario, sin duda porque así lo experimentarán en sus necesidades…por los milagros al haber sido víctima la población de una fuerte epidemia de fiebre que dejó más de ciento cincuenta muertos, por el mal de vómito negro… sólo quedó la imagen del venerable Santo-Eccehomo que paró con mano milagrosa la epidemia… ”