Ayer mientras estaba zambullida deleitando mi escucha en un recorrido musical por la década de los ochenta, a mis ojos llegó la noticia de la partida física del padre de Eliana María, el señor Lucas Segundo Gnecco Cerchairo. Mi accionar inmediato ante la noticia estuvo cifrado en buscar al mayor y más bello referente que tengo de su paso por este mundo, su hija Eliana María Gnecco Martínez, aquella que destaca por ese brillo divino que emerge de su voz, aquella que al igual que su padre naciera como tributo al amar-nacer un mes que es considerado ‘el mes de la Biblia’; a ella le extendí un abrazo de condolencia con toda mi alma y corazón.
Al señor Lucas Segundo lo conozco por sus frutos, por su gusto de ubicar sus moradas en las esquinas, dándole el frente a los dos lados propios de esta vida de ambivalencias y dualidades entre lo que está bien y lo que está mal y viceversa.
También lo recuerdo como un niño jugando dominó en la casa de aquel amigo que lo hizo más que un amigo, su hermano y compadre de juegos y parrandas… Me imagino ese encuentro de este par de seres ahora en esos lugares donde muy seguramente ambos habrán de reconocerse y vuelvan a jugar y reír, también llorar al compás de la lógica de esos números propios de las fichas del dominó que los llevan en ambos lados y forman escaleras que se hacen pisos acostados y secuencias donde esta vez ambos tendrán la oportunidad de ver en perspectiva que, dígase lo que se diga de ellos en este mundo tridimensional, en el juego del dominó entre perder y ganar terminaron la partida de vivir para luego morir una y otra vez.
En lo personal bástame, me quedo y quedaré siempre con lo que vi y veo, a la final las cosas no suelen ser como nos quieren hacernos creer que son, las cosas las terminamos viendo como somos y son cuando se deja de medir entre el bien y el mal.
A él lo vi a través de uno de sus frutos, no de balde casi cumplen el mismo día… De hecho, el significado de Lucas significa lo que es su hija: nombre latino que describe “al que destaca por su brillo”, “el que nació al amanecer” y si lo mira uno a la luz de lo que significa su nombre en el contexto bíblico, su nombre es el equivalente a lo que es el hermano de Eliana María, José Amiro: Lucas era un médico que solía llevar a través de sus servicios los mensajes que dejó Jesucristo.
Me quedo y atesoraré siempre esto, convencida por fe que en asuntos del bien y el mal lo mejor es elevar la mirada accionando los ojos del alma para ver las maravillas, semejanzas y unicidad con las almas de nuestros próximos prójimos: almas felices a las que nos lleva el viento y nos trae el viento…
Que se escuchen en el Cielo y en la Tierra cuentos, que se escuchen cantos, una parranda con guitarra y mucha risa, que siga contando la gente que son más que espantos, que sigan diciendo que son almas que habitan en la sabana, que son felices en sus encantos y que mantienen la alegría de la montaña.
Buen viaje a esas montañas de delicados pastos señor Lucas Segundo, a las mujeres que le amaron y dieron sus hijos, a los hijos que recogen la esencia de su alma, a sus hermanos y demás familiares: les abrazo en la distancia, un abrazo cálido, solidario y fraternal.
A Eliana María mi anhelo que su voz se afirme para continuar encantando y ensanchando los propósitos trazados en su alma y corazón
Por: Yarime Lobo Baute / Artista – Arquitecta – Escritora / Mujer Cafam Cesar 2022