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El llamado de la madre

Angélica Hernández Castilla

Rosa era una joven que vivía en un Makumake y tenía muchos sueños de superación.

Un día se levantó muy triste de ver la situación de pobreza a la que se enfrentaba y le pidió a Dios que le ayudara a encontrar una buena oportunidad.

Todas las mañanas salía a buscar trabajo, pero regresaba cansada y sin nada. Después de varias semanas ya se sentía vencida, observó un aviso donde solicitaban a una empleada de servicio doméstico en una casa campo ubicada cerca a la comunidad. Pasaron tres meses y la señora de la casa le preguntó con tono tranquilo.

_ ¿Por qué no estudias? con lágrimas en los ojos le dijo que estudiar era su mayor anhelo, la señora conmovida decidió apoyarla sin esperar nada a cambio.

Rosa empezó a estudiar con esfuerzo y dedicación porque quería ser una profesional; se graduó de bachiller, con una alegría inmensa le llevó el diploma a sus padres y ellos orgullosos brindaron por ella.

Entró a la universidad y le dolía ver como sus compañeros no reaccionaban ante los males que amenazaban a la sociedad, la situación era cada vez peor, pero a nadie parecía importarle. Un día decidieron ir de excursión a la Sierra Nevada de Santa Marta, aunque no quería llevarlos a su territorio pensaba que quizás ese viaje podría cambiar un poco la visión alocada y poco sensible que tenían sobre la existencia del hombre. Durante el trayecto se divertían, pero también burlaban la humildad de las viviendas, las calles empedradas, y la apariencia de los nativos.

También ignoraban la sabiduría de la naturaleza por esto se sentían invencibles, al llegar al lugar donde pasarían dos días salieron enloquecidos a tirarse a un pozo que escuchaba el atrevimiento de los muchachos y la maldad en sus carcajadas perezosas, de pronto el río empezó a bajar su creciente y en ella arrastraba a todos con fuerza, Rosa advirtiendo el peligro salió en busca de ayuda, al escuchar sus gritos desesperados la gente salía a socorrer a los sacrificados.

Esa vez todos tuvieron una oportunidad más y aprendieron con los nativos a integrar el talento con la conciencia. Con los años Rosa se hizo profesional y ayudó no solo a sus padres, sino también a muchas personas de su comunidad.

Por: Angélica Hernández Castilla – I.E. Agrícola La Mina

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