En esta reflexión asumo una actitud crítica y renovada sobre los acontecimientos que suceden en el país; hechos referentes al libertinaje, que va en aumento, produce caos en la sociedad y demás expresiones que rayan con el civismo, situación esta que nos obliga a enfocar nuestra conciencia sobre la responsabilidad que tenemos como adultos, padres y ciudadanos de bien en formar y orientar a los niños hacia una senda de respeto y consagración de valores, no vulnerando los derechos de los demás.
Se llega al libertinaje y quien lo ejerce no entiende el daño que causa esta práctica; quien se mantiene en el libertinaje permanecerá y deseará que subsista el desorden, allí no tendrá control, le servirá de caldo de cultivo, pues no atiende ni entiende y hará lo que se le dé la gana.
Los libertinos se hacen o demuestran ser fuertes ejerciendo tal actitud en su entorno. Debemos crear un norte definido, que sirva de apertura a procesos de formación y capacitación en aras de fortalecer la cultura, la decencia y las sanas costumbres.
Este es un componente colectivo, cultural y emocional que nos impulsa a corregir al niño desde sus primeros años, para que cuando sea adulto logremos la cosecha de una semilla selecta.
Los jóvenes de hoy deben cumplir con pulcritud los principios básicos y elementales del respeto, la tolerancia y la sana convivencia; en especial ser cimientos en el cumplimiento de sus compromisos como seres humanos que son, entorno a su núcleo familiar.
El libertinaje, hoy por hoy, se constituye en un problema de gran magnitud no solo para la familia, también para las autoridades; se dice: educad al niño y no castigareis al hombre. ¿Por qué no se practica? Para formar ciudadanos ejemplares es menester impulsar el emprendimiento de la transformación social; todo ello, a mejorar la calidad de vida en sociedad, mediante un trabajo de planeación y estrategias focalizadas con relación armónica y constructiva.
A la libertad se le ha considerado como una demostración del libre albedrío, el uso libre de la voluntad para actuar o manifestarse sin censura, pero no es así; muy a pesar que los artículos 13 y 20 de nuestra Carta Magna los consagra para todos, son limitados, tienen su tope, lo demás es abuso, excederse, así de sencillo, y deberá tener una respuesta a ese comportamiento anómalo; lo reprenderá o lo educará la sociedad, o lo castigará la justicia.
El libertinaje hoy en boga mantiene en zozobra a la sociedad colombiana y de qué forma; ese flagelo social carcome y permea el seno de la familia y el entorno. Son los padres precisamente los llamados a contribuir con entereza a la solución de este problema que se incrementa cada día. Sin lugar a duda el libertinaje es un hecho lamentable, preocupante e inocultable que brilla con luz propia y en forma negativa a nivel global.
Esta actitud desenfrenada encuentra fortaleza en el exceso de condescendencia y tolerancia de los padres que muchas veces no saben dónde están sus hijos, qué hacen, con quién se relacionan, a qué horas llegan, comen o no, están inmersos en conductas delictivas.
Los padres deben ser celosos, vigilantes de las actuaciones de sus hijos, serios y comprometidos en el cumplimiento de deberes y obligaciones. En virtud de lo anterior, todos, absolutamente todos debemos asumir roles de personalidad que permitan encontrar fórmulas y consensos necesarios con una visión de futuro, que contribuyan a una verdadera integración dentro de la órbita de diversas competencias sin discriminación, sectarismo y exclusión.