Por Eduardo Verano de la Rosa.
“Eso sería una gran injusticia, su majestad”, le respondió el humilde molinero a la amenaza del poderoso rey Federico ‘El Grande’, de Prusia, quien quería expropiar, sin indemnización, su molino, para destruirlo, si no aceptaba la oferta de compraventa.
El rey Federico ‘El Grande’ presentaba su amenazante ofrecimiento sin fundamentos razonables, solamente motivado por los consejos palaciegos acerca de que el molino afeaba al palacio y por eso procedió a su demolición.
El humilde molinero recordó que en Berlín existía un juez y su función era que reinara la justicia con criterios de igualdad a humildes y poderosos. Y el campesino acudió a él amparado en el derecho.
El juez le validó su petición apoyándose en la justicia, el derecho y su valor civil, gracias a la existencia de instituciones estatales en las que todas las personas se sometían, por igual, a la ley, en el que el poder judicial era independiente y autónomo con jueces facultados para decir el derecho al caso particular sometido a su dictamen.
El rey acató la decisión judicial, no difamó al tribunal ni persiguió a sus miembros, detuvo la destrucción de la obra e indemnizó al campesino por los daños generados. Tiempos en que algunos poderosos apelaban a la fuerza como medio para gobernar y el juez independiente y autónomo detenía las arbitrariedades. El lema “Hay jueces en Berlín” es una forma de enaltecer la figura de estos administradores de la justicia.
Una sociedad civilizada nunca debe soslayar que el juez es la figura central del derecho, no existe sin jueces, por lo que la máxima latina que dice: “ubi societas, ibi ius”, donde hay sociedad, hay derecho, es lo mismo que sostener que son los sumos sacerdotes del derecho y que sin esta función humana predominarían la barbarie y la guerra.
Razón le asiste al jurista italiano Francesco Carnelutti, que en su obra ‘Arte del Derecho. Seis meditaciones sobre el Derecho’, afirma: “…no os dejéis seducir por el mito del legislador. Más bien, pensad en el juez, que es verdaderamente la figura central del Derecho. Un ordenamiento jurídico se puede conseguir sin reglas legislativas, pero no sin jueces. (…) Es bastante preferible para un pueblo tener malas leyes con buenos jueces, que no malos jueces con buenas leyes”.
Es el juez el que dice el derecho y las normas legales, lo que implica que el derecho no está en la ley, sino que es su material, su insumo para que a través de su ingenio y actuando en justicia, seguridad jurídica, orden, proporción y democracia, entre otros valores jurídicos, determine el derecho que puede ofrecer o no la ley.
La importancia del juez en la sociedad democrática y en el marco del Estado de Derecho, por tanto, es de orden superior. Él o ella es la boca del derecho, sus palabras lo crean, esa es la razón por la que este hombre o mujer falible es su figura central, tiene una misión principalísima, pero no deja de ser un ser humano, lo que implica que puede equivocarse y debemos respetar su labor.
El sabio Johan Goethe en “Máxima y reflexiones”, asegura: “Vale más que ocurran injusticias y no que el mundo carezca de ley. De ahí que todos se sometan a ella”.
El juez es la boca creativa de la ley, es quien nos dice si es derecho o no la norma. Cuidemos su independencia y autonomía y la de la Rama Judicial.