Según Cuadro, la perspectiva de irse está presente cada día.
¿Qué lo motivó a escribir su columna muy leída sobre la fuga de cerebros en Valledupar, publicada en EL PILÓN el día 4 de octubre?
El motivo por el cual escribí la columna fue que en los últimos años, muchos de los mejores profesionales que había conocido en la UPC y otros de varias universidades se han ido de la ciudad por la falta de empleos dignos; el fenómeno se incrementó luego de la pandemia del COVID, naturalmente por el impacto económico que tuvo. Confirmé esto cuando un amigo upecista consiguió trabajo en Brasil como licenciado en inglés y reconocí que Valledupar se está quedando sin los mejores profesionales que ha producido, que, como mi amigo, han optado por irse lejos de esta tierra condenada al atraso por sus gobernantes, faltos de visión y ensimismados en sus fincas.
Usted dice que es triste y penoso, que “la ciudad está dejando que sus jóvenes más preparados se vayan”. ¿Qué hacer desde su tribuna juvenil?
¿Qué hacer? Pues, básico: desde la institucionalidad, junto con el sector privado, promover opciones laborales, crear empresas, fomentar la inversión extranjera para que empresas de otros lados y otros departamentos traigan al Cesar su propuesta de negocio, donde se priorice a los profesionales egresados de las universidades locales, haciendo especial hincapié en el mérito y el talento, garantizando una estabilidad laboral a partir de contratos de trabajo que propendan por estimular carrera, ya sea administrativa o profesional, dentro del sector privado. Visionar la ciudad desde sus particularidades culturales; vincular a las universidades para que generen proyectos de investigación en el territorio que den soluciones a las problemáticas y que los mismos profesionales, de la carrera que sea, aporten a sus comunidades saberes y, por ende, desarrollo.
Incentivar, desde la alcaldía y la gobernación, planes tributarios que beneficien a las nuevas empresas que decidan instalarse en la ciudad. Generar empleo a partir de la condición folclórica única de la ciudad.
Dice que tuvo varios compañeros de la UPC que se prepararon y se fueron. Usted escribió desde Bogotá, ¿se sentía ausente al escribir la columna?
Absolutamente. Valledupar es una ciudad que mal o bien se arraiga en el alma; como escritor y profesional del territorio, me siento un poco inconforme con las opciones y oportunidades laborales casi inexistentes en la ciudad; la burocracia está carcomiendo a las instituciones y, por ende, el desarrollo que depende de una labor y voluntad política orientada a generar progreso se estanca, dejando a la ciudad en un evidente estado de falta de competitividad frente a otras de la región, como Santa Marta, por ejemplo. La única ciudad del Caribe que está atrasada de manera integral es Valledupar en vías, infraestructura urbana, generación de empleo, etcétera. Solo nos asiste el folclor, la parranda y el trago. Veo difícil el retorno a la ciudad mientras continúe en las mismas circunstancias. Nadie es profeta en Valledupar.
Se refiere a la oficina de pasaportes. ¿Podemos revertir el deseo de irse no solo del Valle sino del país?
Lastimosamente, la fuga de cerebros, y también de descerebrados, es un fenómeno que no solo se ve influido por la falta de empleabilidad, sino también por la poca oferta turística, por el poco atractivo que ofrece la ciudad para formular un proyecto de vida promisorio. Para revertir ese deseo de abandonar la ciudad primero debemos convertirla en una ciudad modelo, aprovechar sus bondades medioambientales, culturales, geográficas, etc., para que, de acuerdo a un diseño de ciudad moderna, genere un espacio cómodo para los locales e incluso para foráneos. Pareciera que la ciudad solo es atractiva para narcotraficantes y testaferros que ven en la incipiente ciudad un escondite seguro frente a autoridades permisivas que, para colmo de males, en muchos casos brindan el beneplácito e incluso la protección oficial.
POR: EL PILÓN.