Cursaba el año de 1948 y existía mucha expectativa en la nación. El ingeniero Mariano Ospina Pérez, presidente de Colombia, había prometido obras de mucha envergadura para el desarrollo regional; en su gabinete había escogido a un hijo del Cesar: Pedro Castro Monsalvo, como ministro de Agricultura y Ganadería; este a su vez recomendó con el gobernador del Magdalena el nombramiento de varios alcaldes.
El maestro Rafael Calixto Escalona Martínez, su esposa Marina y amigos personales del joven ministro, fueron invitados por Luis Enrique, Claudino y Juan José Arzuaga, sus cuñados, a una tarde de parranda en la finca ‘El Jobo’, ubicada en jurisdicción de El Desastre, hoy Nueva Flores, de propiedad del señor José María Oñate Ovalle, para lo cual habían previsto almorzar con abundante carne salada, guiso de ‘morrocoy’, ñeque, guartinaja y zaino.
El propósito era agasajar a los amigos y a Juan Daniel Calderón, Antolín Araujo, Carlos Araujo, Alfonso Murgas, Efraín Muñoz, el ‘Negro’ Arzuaga y al ‘Turco’ Pavajeau, quien desde Valledupar había cargado con su mascota, un perro que llamaban ‘El mayor blanco’, regalo enviado desde Patillal a su padre Roberto Pavajeau Monsalvo por Julio Martínez Molina.
El canino había llegado con un extenso prontuario criminal de Patillal como arrasador de gallinas, patos y cuanto animal de corto vuelo habitaba en esa población.
Era tan bravo el ‘Mayor blanco’ que en alguna oportunidad había sido enviado en calidad de préstamo a Pedro Canales para que cuidara a Miguel, su hijo, quien se había internado en la montaña por varios meses, para salvarle la vida de un salvaje felino y ahuyentara al tigre de las marías que todas las noches lo asediaba roncándole al oído.
EL MAYOR Y ESCALONA
‘El Turco’, distraído en la parranda, olvidó la presencia del perro y no se dio cuenta de que el ‘Mayor’ se había perdido con un atajo de perros criollos a perseguir por todos los potreros cuanto lobo, iguana o animal rastrero conseguían; finalmente, hasta casar un armadillo que fue traído como premio en la boca del ‘Mayor’ blanco a su amo.
Escalona, amante de los animales, le llamó la atención el curioso armadillo; procedió a acariciar la frente y el lomo del cazador canino para que este amablemente aflojara las 1.000 libras de presión de su mandíbula y cortésmente liberara al asustado animalito.
Escalona le dio amor, cariño y lo adoptó como su mascota. Una vez en La Paz, el exótico y elegante maestro, distinguido por sus atuendos: botas y sombrero texano con barbiquejo, pantalón y camisa caquis, y un magnum 44, 6 pulgadas, que adornaba su cintura (como un atuendo a su buen vestir), parrandeaba al abrigo de un frondoso árbol de caracolí a orillas del río Mocho, rodeado de un terraplén de amigos; tomaban trago y entre la dicha y los cuentos locales reían a carcajadas y se gozaban hasta el movimiento de las hojas.
ENFRENTAMIENTO
En las horas de la tarde, al enfrentarse el sol con el oriente, pasaba por el lugar con destino al río a tomarse un baño, el señor Sabas Torres; los amigos de Escalona en chercha y juegos burlescos que caracterizan la identidad de los pacíficos, compararon a don Sabas con el curioso semovientes; lo que llegó a manera de chisme al distinguido ciudadano, quien sin pensarlo le salió al paso a Escalona para desafiarlo a muerte, “de hombre a macho”, cuando este viajaba con destino a Manaure en compañía de Miguel Canales, Nelson y Joaquín Calderón.
Sabas, hecho una fiera con revólver colt en mano, figura amenazante, le ‘flequeteaba’ y desafiaba. Rafa, igualmente armado, pero sin ínfulas, sacó el revólver con idea de defenderse por considerar que no era propio de un hombre correr así.
Tuvo la intención de dispararle pero se puso a pensar en la tragedia familiar que originaría en la pequeña población y lo retó a la conciliación, diálogo no aceptado por la presunta víctima, quien continuó ofuscado, bronquinoso y con ganas de pelear.
El maestro Rafael le suplicó que lo dejara continuar su viaje hacia la serranía donde lo esperaba Toño Salas y Emiliano Zuleta Baquero en casa de la vieja Sara.
Sabas finalmente, y ante las súplicas del maestro, se aburrió de tanto cebo; en ánimo más cordial lo dejó pasar; Rafa al continuar su viaje jocosamente se despidió; colocó el botín en el estribo y con la mano derecha agarrada del techo del campero willys que lo transportaba, le dijo: “Por cobarde no me tome, si acaso lo duda uso pantalones pa’ demostrarle, amigo, que yo sí soy un hombre”.
Sabas quedó inconforme y abiertamente se dirigió hasta las instalaciones del Palacio de gobierno del lugar para colocar la querella ante el señor alcalde local, Beltrán Orozco; este, ante la gravedad de la ofensa y de los hechos, ordenó a su asistente, Hugues Araujo Morón, que procediera a citar al querellado para ser escuchado en audiencia.
Escalona, como siempre puntual y cumplidor, se presentó acompañado del brillante abogado externadista Manuel Moscote Mejía, quien asumió su defensa; al inicio de la diligencia Escalona desmintió lo narrado en los hechos de la demanda y les señaló a los presentes que de ninguna manera sus amigos se habían burlado del querellante, sino de un curioso animalito que deambulaba por las orillas del río que era su mascota y era a quien le había compuesto la canción ‘El jerre jerre’, la cual interpretó por primera vez ante los asistentes, pues se hizo acompañar del acordeón y la caja de Juan y Pablo López.
Al final, la ofusca terminó en parranda en el estadero ‘La Polla Mona’, de propiedad de Silvia Cotes, con la complacencia y aplausos de todos los amigos que festejaron el reconcilio entre Rafael Escalona y Sabas Torres.
Por: Pedro Norberto Castro Araujo.