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‘El invencible’

Si hay una persona que durmió feliz y amaneció alegre y satisfecho, ese es Alfredo Cuello Dávila, a quien sus familiares y amigos, masivamente, acompañaron en el gran homenaje que se le rindió como reconocimiento a su fructífera labor en pro de la comunidad cesarense, especialmente cuando fue titular por varios períodos en la Cámara de Representantes, donde se retiró invicto, razón por la cual yo, su compañero político permanente, lo titulé “El Invencible”, que a él no le gusta por su modestia y sencillez, pero a mí sí, y, de ahí el título de esta columna. 

Quizás los arquitectos que diseñaron el amplio auditorio del elegante Hotel Sonesta no se imaginaron nunca que hubiera una persona que fuera capaz de llenarlo hasta los teques y que cientos de almas se quedaran de pie y por fuera, porque Alfredo, sencillamente con su sencillez, relaciones y servicio hizo que quedara chiquito, pues el gentío que lo acompañó se desbordó.

Qué emoción encontrarse con tantos amigos a cuyo lado libramos batallas electorales memorables e inolvidables y sentir el calor de su aprecio. Ahí estaban diciendo presente: Fredy Pérez, Alfonso Monsalvo, Alfredo Martínez, Rafael Augusto Daza, Kiko Olivero, Jorge Durán, William Fuentes Lacouture, Raúl Pava y Lelo, José Alfonso Martínez, Luchito Pimienta, El Negro Ovalle, Tomás Darío y Jesualdo Gutiérrez, José Orlandy, Benjamín Herrera, Joaquín Ovalle, Dagoberto Rojas, Ricardo Gutiérrez, Poncho Vidal, Fausto Cotes, Yovanny Bracho y su mamá Rosa Balcázar, Amanda Castilla, Jair Flórez, Tulio Fuentes, Rodrigo, Carlos y Álvaro Morón Cuello, Luis Felipe Melo, Tranquilina Torres, Luis Carlos Matute, María Belén y Carmen Díaz, María Elena y Griselda Céspedes, y Álvaro Castro Castro, que, poco a poco y calladamente, se ha vuelto conservador  y muchos más a quienes no conocía por jóvenes y lógicamente que una familia en pleno encabezada por Edgardo Cuello, Jaime Calderón y Jaime García, quienes a pesar de las dificultades que trae la edad, allí estuvieron en primera fila.

Caso especial para mí y sé que para Alfredo también, la presencia de Manuel Ángel Osorio desde el lejano, señorial y querido González, que cuando telefónicamente le informé, me dijo: “Allá estaré, si no me llevan, me voy en bus o a pie, pero de esa no me pierdo” y ahí estuvo como siempre jovial y elegante. Gracias hermano por tu presencia.

Extrañé, y de qué manera, a Nefer Pana, Poncho Ustariz, Farid Chedraui, Napoleón y Alfonso Ávila, Enrique Monroy, Lázaro Cotes, Libardo y Hermes Cuello, Kike Daza, Higinio Sinuco, Agustín Trillos, Jorge Torrado, Jorge y Juvenal Ríos, Nando Betar, Lucho Alvear, Henry Chacón, Elisa de Paniza, Juan Rosado Alarza, Ramón Usta, Carlos Arturo Ramírez, Marcos Orozco, Armando Daza, Ciro Meléndez, Néstor Cárdenas, Colacho Baute y Rafael Aponte Martínez y recordé mucho a la gran Alejandrina Cortina, quien con seguridad se hubiera echado su mochito.

Bueno, Alfredo, el que siembra recoge frutos, y las cosechas tuyas fueron abundantes en la política y en tu vida privada, porque sé, porque lo vi que siempre permanecías con la mano extendida y el bolsillo vacío y me decías: “Jose, no tienes que me prestes, ya me quedé sin un chavo”. La vida de Alfredo Cuello Dávila, por sus logros, servicios y buenas acciones, es digna de imitar, ya que en más de 30 años de ejercicio político, jamás pisó un despacho judicial como un digno hijo de Manuel Germán Cuello Gutiérrez, a quien siguió sus huellas en honradez y pulcritud.

Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer y esa es Martha, su esposa, quien tiene que seguir sirviendo de arquitecta para proyectar la ampliación del estudio donde no cabe más una distinción, para poder colocar el terraplén que ayer recibió por parte de muchas entidades gubernamentales y privadas.

Fello, de mi parte los mejores deseos para que tengas una larga vida, más larga de la que tienes ya, y sigas haciendo lo que a ti te gusta y a mí me encanta, servirle al prójimo.

Por: José Manuel Aponte Martínez.

Categories: Opinión
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