Por Luis Augusto González Pimienta
Se me acercó hace poco un campesino arruinado a contarme su desgracia. Comenzó diciendo que entre la guerrilla, las bandas criminales y el intenso verano acabaron con la poca productividad de su tierrita, que apenas alcanzaba para mantener a su familia en condiciones medianamente dignas. Refirió que había acudido a una entidad financiera para hacerse a un crédito con incentivo estatal y se encontró con que los incentivos los habían agotado personajes pudientes. El crédito que le fue ofrecido le resultaba impagable, de manera que no lo tomó.
Sobrevivía acortando gastos hasta el extremo con la esperanza de que un buen año de lluvias le arreglara la situación. Había cerrado el ciclo de salir de su parcela porque a pesar de haberla puesto en venta nadie le ofreció siquiera la mitad del precio que pedía por ella.
Atribulado como estaba comenzó a jugar lotería a la espera de un golpe de suerte que como es de suponer nunca llegó. Un día, rebobinando recuerdos, pensó en lo feliz que había sido treinta años atrás con un hogar bien avenido y bien sostenido. Nada le faltaba en ese entonces y era feliz.
Su angustia se incrementó al pedir la cuenta de cobro del impuesto predial, después de hacer extenuante fila. Cómo cambian los tiempos, pensó, antes el recibo lo enviaban a domicilio. Mayúscula sorpresa se llevó al comprobar que su improductiva tierra había sido avaluada en un 110 por ciento más que el año inmediatamente anterior. Con sorna me dijo, cómo le parece, me acosté pobre y amanecí rico, porque mi finca ahora sí vale, solo que si no hubo comprador cuando la ofrecí barata, ahora menos.
Con lo que no contaba el campesino era con el incremento que se daría en la facturación del impuesto predial por la sobrevaloración de su propiedad. Casi se va de espaldas al ver lo que tenía que pagar. Revisó minuciosamente para ver si había algún descuento y lo halló, pero nuevamente la desesperanza hizo presa de él. El plazo para pagar con descuento está próximo a cumplirse, y no tiene maneras para conseguir la suma requerida. Terminó su triste historia diciéndome que solo le restaba vender la tierra al Instituto Geográfico Agustín Codazzi que tuvo el “detalle” de cotizarla por lo alto o esperar a que se la remate la Secretaría de Hacienda Municipal por moroso. Algo le quedaría, contó, porque como está tan cara.
Esta narración, que es verídica, suscita algunos interrogantes. ¿Con qué criterio reavalúan los inmuebles? ¿Saben quiénes así proceden que existe una desvalorización acelerada de los predios rurales? ¿Habrá por ventura alguna autoridad que mire al campo para impedir el desarraigo? Para los cobradores del impuesto predial: ¿por qué no envían la cuenta a las casas de los contribuyentes? Para el Concejo vallenato: ¿por qué esos plazos tan cercanos para pagar con descuento? En Bogotá, por ejemplo, el plazo es el 19 de abril.
Por último, ojalá la página web de la alcaldía la mejoren pronto. He intentado desde hace varios días pagar el impuesto predial por internet y ha sido infructuoso porque me aparece el aviso: “Esta aplicación se encuentra en mantenimiento”. ¿Será que el mantenimiento termina antes del plazo para pagar con descuento?