El miedo a que se sepa la verdad siempre ha invadido lo más recóndito del uribismo, ¿a qué le temen? Estaban convencidos de que sus atrocidades quedarían sepultadas para siempre al lado de las víctimas que causaron. Pero es muy difícil ocultar por siempre la verdad, esta es como un corcho en un remolino de agua, algún día flotará.
Ya lo había dicho Lincoln: podemos engañar a algunos todo el tiempo, podemos engañar a todos por algún tiempo, pero no podemos engañar a todo el mundo todo el tiempo. La JEP para ellos fue un tormento, la atacaron desde varios flancos, hasta con franco tiradores como Londoño Hoyos, Paloma Valencia y M. F. Cabal. Han dicho hasta la saciedad que es justicia con impunidad, el colmo del paroxismo los invade; sabían que la verdad los pondría al descubierto de tantos crímenes.
El más reciente anatema lo pronunció Paloma Valencia: “los falsos positivos fueron atrocidades legítimas”. ¡Qué barbaridad! Ninguna atrocidad es legítima, así venga del Estado, solo mentes enfermizas podrían justificarla. Cayeron en la telaraña que ellos mismos tejieron.
El anuncio de Alejandro Gaviria, nuevo ministro de Educación, en el sentido de que las juventudes conozcan la verdad sobre nuestro conflicto armado, les cayó como ácido nítrico en la herida. Por definición, la historia es la descripción de hechos verídicos sucedidos en el tiempo; de su estudio y análisis depende el futuro. Ya lo decía George Orwell: “Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”.
La enseñanza de la historia es vital para cualquier nación, no podemos vivir en las tinieblas. En Colombia la historia está por escribirse, siempre nos han contado lo superfluo, lo frívolo, pero cada trazo de la historia tiene un mensaje que debemos asimilar para evitar lo malo de ella. Es imposible vivir en un mundo de mentiras, Gaviria tendrá que replantear la enseñanza de la historia, incluso de las religiones.
Estas dos categorías del conocimiento deben ponerse sobre el tapete, que sean grupos interdisciplinarios los que las enseñen. Siempre hemos creído que estas dos asignaturas son “costura” dentro de un pensum académico, carente de contenido sociológico.
Estos dos temas, mal enseñados, son los que mantienen al mundo, sobre todo al tercermundista, aprisionado en una red de falacias; esta condición nos hace subdesarrollados pensando en quién fue primero si el huevo o la gallina. Sin un claro conocimiento de nuestra historia jamás podremos salir adelante, siempre caeremos en los mismos errores tal como lo decía el gran José Alfredo Jiménez.
A los estudiantes hay que enseñarles cómo se hace lectura crítica de una sociedad y de una nación; cada proceso histórico es como un nudo gordiano que toca desatar con el pensamiento crítico. En bachillerato debe quedar claro cómo funciona el proceso electoral en Colombia; p.ej., hay que explicarles cómo Misael Pastrana y Álvaro Uribe lograron ser presidentes de Colombia. Hay qué explicarles porque fracasaron las reformas agrarias de López Pumarejo y Lleras Restrepo y cuáles fueron las consecuencias de ese fracaso.
Hay que decirles por qué estamos en guerra hace más de medio siglo. Ellos deben saber quiénes son los que, dentro del gobierno, incitan al crimen de los líderes sociales y por qué Colombia figura como uno de los países del mundo con mayores grados de corrupción, violación a los derechos humanos y falta de transparencia. Esas y otras son verdades que nuestra juventud debe conocer.