Por José Atuesta Mindiola
El horario de atención al público en los bancos de la ciudad debe adaptarse a los criterios coherentes de eficiencia y calidad de servicio. Ese estricto y milimétrico sometimiento a las agujas del reloj, que obliga a los vigilantes a cerrar las puertas a las 11:30 a.m. y las 4:30 p.m., les niega a muchos clientes el derecho a ser atendido por llegar después de 30 segundos.
El viernes pasado, 19 de julio, a las 11 horas y 31 minutos que salía de un banco, vi a tres adultos mayores beneficiarios de los auxilios del gobierno, que le rogaban al vigilante para que les hiciera el favor de dejarlos entrar a cobrar. La respuesta del no rotundo del vigilante en cumplimiento a las normas de su trabajo, llenó de tristeza a los tres adultos, que resignados dijeron casi en coro: “nos toca sentarnos aquí en el sardinel de la puerta a esperar las dos de la tarde, para que nos dejen entrar a cobrar”.
No hay derecho a este tratamiento con estos ciudadanos colombianos. El gerente del banco no sabe las dificultades de transportes o de otra índole que tuvieron estos señores. Hay que humanizar la calidad en el servicio para todos los clientes y en especial para los discapacitados, mujeres embarazadas y adultos mayores. Pensamos que la gerencia del banco puede adoptar un horario especial en los días que le corresponde atender a los adultos mayores.
No obstante, es importante reconocer que algunos bancos en la ciudad han adoptado horarios adicionales de atención, inclusive hasta ciertas horas de sábado y domingo; aunque a veces las atenciones no son para todos los servicios, pero atienden lo básico: consignaciones, pagos y retiros. También es preciso reconocer la modernización de un banco de la ciudad: los clientes obtienen sus fichas de atención de un sistema digital y cómodamente sentados esperan el turno.
Otras de las ventajas de ampliar el horario de atención en los bancos, es que les permite a las personas que laboran en otras empresas, hacer sus diligencias sin recurrir a los permisos, que incomodan a los jefes e interrumpen la funcionalidad efectiva del trabajo.
Los clientes debemos entender que cada empleado tiene la responsabilidad de desempeñar sus funciones; por ejemplo, un vigilante está para vigilar, para estar en vela cumpliendo sus funciones de protección y auxilio. Su turno no es para dormir. Su trabajo es estar despierto con sus sentidos alertas.
Por otra parte, se observa que en ciertas EPS les exigen a los usuarios un estricto cumplimento en el horario de las citas. Cuando la cita está programada a la dos de la tarde, debe estar 15 minutos antes para anunciarse, y si por cualquier circunstancia llega unos minutos después, pierde la cita. No vale ninguna disculpa. Antes se tenían el criterio humanista, y quedaba pendiente en el último turno. Pero cuando el médico llega tarde, hay que aceptarle todas las disculpas.