Por: Rodrigo López Barros
La columna de hoy, no es sino un respiro, en honor al hombre y su hábitat. El hombre (ambos géneros) ha sido un ser siempre inquieto y angustiado, pero al mismo tiempo esperanzado. Así lo muestran todas sus aventuras, particulares y publicas, a lo largo de la historia secular y religiosa. Para comprobarlo, en la actualidad, sólo basta leer, o ver, o escuchar, los diferentes medios de comunicación, especialmente si se pone de frente a la televisión, privada o estatal.
Ha convivido con muchas otras criaturas, diferenciadas entre sí, pedagógicamente por “reinos”, supuestamente menos inteligentes que él, en el planeta denominado tierra.
No ya en los urbanos, llenos de luces artificiales, pero sí en los espacios rurales, en las noches oscuras puede observar y asombrarse de la inmensidad del cosmos sideral, nada más que de una nonada, por su limitada visión circunscrita apenas a la luminosidad de su hogar espacial, La Vía Láctea, llamada también Camino de Santiago; innumerables estrellas, constelaciones, galaxias, asteroides y planetas que están en continuo movimiento y expansión, proclamando la gloria de su Creador.
Por supuesto que también es hermosa y deleitante la visión de un Claro de Luna llena, que justamente inspiró la sonata de Beethoven, la que lleva ese nombre.
La ciencia astrofísica testimonia que nuestra amada, aunque también violentada madre tierra, se formó hace aproximadamente 4.500 millones de años, y desde entonces se inició un largo proceso de enfriamiento de la masa gaseosa, dando origen a las primeras rocas. Y, ¿Cómo se formaron las iníciales aguas, primicias de la vida, las lluvias, los ríos, los mares donde la vida hizo su primera aparición en forma de bacterias y algas unicelulares?.
Pues bien, hoy día hinchado de ciencia, el homo sapiens puede responder: con el vapor que contenía la atmosfera, que fue condensándose y precipitándose, llenando las grandes depresiones del relieve rocoso.
La tierra es la única reina vital (por lo menos hasta ahora) del sistema solar, constituido por los 9 planetas que giran alrededor del astro rey.
¿Por qué no pensar que la natural inquietud y angustia existenciales del hombre, las hereda de su madre la tierra? Esta es absolutamente imparable y de vez en cuando padece ataques epilépticos, terremotos, alguno de los cuales parece que han transferido sus convulsiones dramáticas hasta la carretera el Zanjón-Pueblo Bello, pues no de otra manera podría uno explicarse las persistentes grietas y hendiduras, que la destrozan, forzando pasos estrechos, constituyendo peligros inminentes a personas y vehículos, en una vía que es vital para una extensa comarca productora de alimentos, y con accesos turísticos verdaderamente hermosos.
Seguramente, todo ello se debe a sus dos magnos movimientos: de Rotación (alrededor del eje de sus polos) y de Traslación (alrededor del sol), dando lugar el primero a los tiempos del día y de la noche, y el segundo, alrededor del Sol, un año solar de 365 días y sus picos, a una velocidad de 29.6 kilómetros por segundo.
Por eso no hay que extrañarse de la velocidad y el descontrol, sin autoridad, de las motos en Valledupar.
¿Y por qué el hombre ha introducido tantas diferencias entre sí, que lo mantienen desunido y enemistado con sus semejantes?, siendo que la tierra hace 250 millones de años, todos los continentes eran una sola masa enorme, llamada por eso Pangea. ¡Ah, verdad!, pero es que hace 65 millones, la tierra adquirió la distribución que conocemos actualmente. Entonces, claro, el hombre, los hombres también se han dividido en toda clase de ismos.
De todos modos, de todo cuanto existía entonces, existe hoy y existirá en el porvenir del universo, y particularmente en la tierra, el hombre es sacerdote, profeta y rey, y por eso ha de procurar merecerlo verdaderamente, siendo amigo y don de todos sus congéneres y guardián glorioso de su hábitat natural.
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