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El hombre invencible y la calumnia

A pesar de la afinidad etimológica el vocablo invencible no está necesariamente atado a lo invicto. El invicto se lleva en la mente cuando esta es alimentada por el raciocinio y la fe se lleve en el bolsillo, aunque poco usemos camisa y se hayan sufrido muchas derrotas.

En el fondo de las necesidades me he dado cuenta que hay hombres invencibles, caen, se paran, vuelven a caer y se vuelven a parar, pues su formación al lado de Dios les permite soportar y en la capacidad de soporte está la victoria.

Para lograr ser invencible hay que pasar, así es, por muchas derrotas y así se consigue la madurez en los actos que es lo que lleva al triunfo.

Las derrotas siempre están asociadas con la pobreza material, con la pobreza de espíritu por la falta de fe, con la pobreza mental cuando no se atrapan las fuerzas de los espontáneos pensamientos positivos que nos brinda la razón y con la pobreza del cuerpo físico cuando se abandona el bienestar de una vida saludable dentro de la sociedad que nos rodea.

En el campo social se es invencible cuando consideramos en primer lugar al ser humano como humano dentro de su entorno, y comprendemos y ayudamos a suplir sus necesidades para adaptarse al medio para aceptar y respetar las normas que han de regir dentro del concepto universal de las mismas.

En el campo religioso se es invencible cuando aceptamos y entendemos a los demás dentro de sus propias creencias por desacordes que estén con la naturaleza misma, considerando su ignorancia, no como un peligro, pero sí como un desafuero que hay que llevar a un buen camino.

En el campo político cuando se usa la verdad con los actos ligados a la ética, sin el maltrato con el arma más apetecida por la política mal entendida, en este caso la calumnia, que consiste en la falsa imputación a una persona culpándole de un hecho que la sociedad y sus normas califique como delito, a sabiendas de que este no existe, como los que se cometen día a día en esta actividad, especialmente por personajes llenos de odio, en donde la injuria la beben a tragos largos para calmar la insaciable sed en la imputación de cargos por actuaciones no cometidas, sobre una supuesta persona o personaje que se opone a los actos contra la sociedad, sólo para causarle daño por algo no hecho y así acabar con su reputación y prestigio, configurando a través de la injuria un hecho deshonroso, siendo consciente de ello y de que el hecho tenga la fuerza pasional suficiente para dañar la dignidad.

La calumnia y la injuria tienen algo que las diferencia y en la primera además de lesionar la dignidad y prestigio hay que agregar el delito de falsedad sabiendo que lo que se dice no es verdad.

Hay que cuidarse mucho en estos procesos electorales y convertirse en invencibles como lo han hecho los verdaderos líderes, algunos expresidentes de este gran país, y otros sin criterios malversados, como también personajes importantes de nuestra dirigencia regional y nacional, que nunca cambiarían las reglas que rigen a su sociedad para auto favorecerse; si no fuera por ellos, ya estaríamos hundidos en increíbles calamidades con el peligro permanente para la destrucción de la  democracia, por la que se ha luchado por tanto tiempo para una sociedad más justa.

Admiro el comportamiento de algunos movimientos dentro de la política nacional, como también me duele que, algunos otros relevantes e históricos, que predican de la ética social de los partidos, carezcan de liderazgos serios en estos momentos de crisis.

El hombre invencible jamás piensa en el triunfo sino en el camino que lo lleve a no rendirse jamás, para hacer del mundo un lugar mejor y la calumnia inferida por poderosa que aparente ser y pueda recibir, jamás le hará el más mínimo daño en su honor y dignidad.

Por: Fausto Cotes N.

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