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El hombre de la camisa de bolas de colores

En el año 1993, del mes no me acuerdo, debió ser entre mayo y julio; asistí a un concierto de Rubén Blades, motivado por ese mensaje latino en contra de las dictaduras y encierros, de las almas morenas que claman libertad, de un continente de mártires que gritaban ¡bandera, bandera bandera bandera!. Me acuerdo que era un sábado caluroso.

Fui en compañía de una amiga dominicana que tenía los ojos como de gata en celo, y parecía caminar sobre rodachines, como si el mundo lo hubiese recibido por herencia, quería llevárselo con un pecho muy bien puesto.

Los teloneros ya habían hecho su presentación. Recuerdo que debido a la aglomeración era imposible ir al baño, así que tocaba orinarse en los pantalones.

Cuando el artista panameño salió al escenario sentí en derredor sesenta mil almas extasiadas que se les notaba llevaban la salsa zampada en el tuétano del esqueleto, exhalaban bacanidad; de repente un hombre sale del mar humano y salta al escenario sorpresivamente; Llevaba puesto un sombrero de yarey con el ala frontal hacia arriba como los usaban los mambises entre la manigua, una camisa de bolas de colores de mangas anchas, y un pantalón negro satinado con perendengues en las costuras laterales, parecían más bien zumbadores de cometa.

La policía y el cuerpo de seguridad quisieron detenerlo, pero el artista lo impidió, y le dio patente de corzo para quedarse de bailarín en el escenario.

El estilo del baile era combinado, a veces muy cubano y por momentos cabaretero. Sus pasos eran sutiles y llenos de gran sabor, un braseo sofisticado y un movimiento de cabeza como el que hace Asterio Castilla cuando baila el mambo cinco de Pérez Prado.

El hombre de camisa de bolas de colores se logró robar el show, el artista lo cogió para él y bailó una por una sus canciones; ya en ese momento la boleta había pagado lo que costaba.

Le quité a mi amiga los potentes binoculares Celestron y veo quien era el bailadorazo; vaya sorpresa la mía, mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, entonces rectifiqué una y otra vez queriendo estar equivocado, pero no, era él sin dudas.

La verdad es que ustedes amigos lectores no tienen ni idea; el hombre de la camisa de bolas era valduparense, nada más y nada menos que el hijo de la vieja “Meche” Morales el gran Guelmis Tinajus Piemienta.

Mucho tiempo después le comenté que yo había estado presente ese día en ese imponente concierto a lo que me contestó: “bacano brother, locu de rafie, ese man me puso un canal bien panameño y yo, el Guelmis le monté la murga con mi baile.

Ese día las combas napier bailaron a ritmo suelto, y remató ¡esa música es cero trompeta de pecho (refiriéndose al vallenato) y no es apta para uña de puercos!.

 

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