La última encuesta de Latinobarómetro que realiza una corporación no gubernamental en Santiago de Chile ha concluido que la democracia en Latinoamérica está en problemas. Como si estuvieran en un barco a la deriva, los latinoamericanos consideran que la democracia es el mejor de los sistemas, pero no precisamente la que ahora se vive. Las razones son múltiples, pero al fondo parece que la desilusión va perdiendo la pelea frente al hastío y éste, puede desencadenar el silencio que no hace exigible derechos ni deberes entre ciudadanía y estado.
Señala el informe, que las preocupaciones económicas ocupan el primer lugar. Independientemente del avance de los países en materia económica, Colombia por ejemplo sigue ostentado su economía estable, y del mejoramiento de la calidad de vida unida a la satisfacción de las necesidades básicas, como en efecto ha ocurrido en la mayoría de los países, no se reconocen los latinoamericanos sino como empobrecidos. Es posible que la percepción de pobreza sobrepase con creces la realidad y esto debe entenderse bien. Claro, Venezuela se ha empobrecido significativamente, a tal punto que más de la mitad de su gente dice que no tiene suficiente para comer, pero lo asombroso es una media regional que dice lo mismo con un 27%. Uno se pregunta cuánta hambre hay en América Latina y también cuán pobre sigue sintiéndose América Latina como si no le correspondiera otra suerte. Hasta dónde la corrupción galopante de nuestros países y la inseguridad, que son los otros dos renglones que ocupan las inquietudes de las personas, además de una situación como la de Venezuela o Cuba han creado esa percepción de imposibilidad de pensarnos por fuera de la pobreza. A veces, no importa cuanta riqueza seamos capaces de producir, o cuanto caiga el coeficiente de Gini, como efectivamente ha pasado. La idea de desigualdad y pobreza reina en la percepción. También es cierto, como lo muestra el informe, que el crecimiento del PIB ha caído dramáticamente desde el año 2009.
Mientras más lejos se esté del poder adquisitivo parece que menos se cree en la democracia, pero aun si hay poder adquisitivo, la corrupción de la clase política ha causado una desazón irreparable en los jóvenes que se alejan de la democracia porque no reconocen la institucionalidad al no reconocer la legitimidad de quienes la dirigen. Así por pobreza, por falta de oportunidades o de educación, por dificultades al acceso de los bienes o por el reconocimiento de la corrupción galopante, se teje el hastío de América Latina frente al sistema demócrata que fue en la región una conquista y que ahora se ve empañado con presidentes elegidos por la democracia para convertirse luego en dictadores como es el caso de Venezuela o por la ineficacia de las democracias para dar soluciones definitivas a los asuntos que aquejan a los ciudadanos.
Por María Angélica Pumarejo