Jorge Eduardo Ávila
La crisis de valores que vivimos en Colombia no tiene antecedentes. Tener hijos en este país en la actualidad debe ser la tarea más compleja de todas porque explicarles lo que está pasando es sencillamente imposible.
En la presidencia de la República tenemos a un guerrillero indultado, que estuvo preso, que hizo y sigue haciendo mucho daño, que fue inhabilitado por la Procuraduría General de la Nación durante su aciago paso por la Alcaldía de Bogotá y quien, para completar, ganó las elecciones de manera espuria. En el Congreso de la República tenemos a varios personajes, de la misma calaña del presidente, sentados en sus curules en Cámara y Senado, movilizándose en camionetas último modelo, blindadas, habiendo sido guerrilleros de las FARC; en pocas palabras, de lo peorcito que ha nacido en Colombia.
Encontramos que, dirigiendo ministerios, superintendencias, entidades públicas y empresas del estado como Ecopetrol, hay funcionarios de dudosa procedencia, con pocas capacidades y talentos para ejercer dichos cargos, que hasta han mentido en sus hojas de vida para poder posesionarse como tales, a los que no les pasa nada. Algunos han reconocido no tener conocimientos relacionados con sus nuevos encargos, pero muchas ganas de aprender, como si eso fuera suficiente para gestionar adecuadamente los asuntos públicos.
Vemos cómo el Ministerio de Hacienda reconoce no haber podido recuperar la plata producto de un equivocado anticipo de salarios a varios cientos de funcionarios del Estado y tampoco hay consecuencias. De verdad que cada noticia relacionada con este gobierno me hace recordar al emblemático “Show de Benny Hill”, que en sus repeticiones en la televisión nacional durante la década de los 80, nos hacía reír con escenas carentes de palabras, pero con imágenes que eran suficientes para entender jocosas situaciones picantes. Colombia está en manos de un hampón, que está rodeado de más hampones, que hacen entre todos hamponadas, que nos hacen ver a todos como hampones. No hay derecho.
Lamento decirles que hoy más que nunca celebro no haber sido padre, celebro haber tomado esa decisión en acuerdo con mi esposa desde hace 14 años. No tendría cómo ver a un hijo hoy a la cara al ser preguntado acerca de nuestra realidad. Qué tristeza, es que perdemos la esperanza poco a poco al ver cómo nos roban y se burlan de nosotros día tras día. El panorama es dantesco.
En la otra orilla tenemos a Álvaro Uribe, el mejor presidente que ha tenido Colombia, batallador, luchador, generoso, con quien compartí momentos únicos en Valledupar, a quien le debemos mucho, puede que todo. Uribe le devolvió a Colombia la esperanza después del caótico Caguán de las FARC, atrincheró a quienes hoy gobiernan y defendió con entereza a los colombianos de bien. Hoy está siendo llamado a juicio por una Fiscalía de la que esperábamos neutralidad y que, después de ser ternada por Petro, cambia 2 posiciones anteriores que solicitaban la preclusión del proceso y, de nuevo, busca empapelar al presidente. Seguiremos apoyando a Uribe “con alma, vida y sombrero”, seguiremos agradeciéndole por su gobierno, por su entrega a Colombia y por su inmenso y verdadero amor por la patria. La verdad deberá salir a flote y pronto volveremos a sonreír presidente Uribe. Nos lo merecemos después padecer a Santos y ahora a Petro.
Entre tanto, tuve la oportunidad de conversar el martes de la semana pasada con el senador del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay. Voté por él en las elecciones de Congreso, pero no había tenido la oportunidad de conocerlo. Qué personaje, interesante, jovial, carismático, con talante presidencial, será cuestión de tiempo, de seguirse formando y de ganar experiencia, para que lo apoyemos para llegar al ejecutivo. Recuerdo que su paso por la Secretaría de Gobierno de Bogotá en tiempos del alcalde Peñalosa fue extraordinario y por algo nuestro presidente Uribe le ofreció el primer renglón al Senado sobre otras figuras del partido. Cuente con mi apoyo y militancia senador, con mi compromiso, seguro que llegaremos muy lejos…