Hoy el mundo tiene que soportar y hacerle frente a dos problemáticas creadas por el hombre mismo: El hambre y el calentamiento global por efectos de los gases invernaderos que se manifiesta a través de los cambios climáticos extremos.
Según proyecciones realizadas por especialistas, la inseguridad alimentaria en el mundo va en aumento. Tomando como referencia las cifras del año 2014, se proyecta que hacia el año 2025 pasaremos de 521 millones a 622 millones de personas que consumen menos de 2.100 calorías por día en los 76 países, incluyendo a Colombia, con ingresos bajos y medios que según el Banco Mundial reciben o recibieron ayudas alimentarias desde 1995 y que conforman un poco más de la mitad de la población mundial con aproximadamente 3.550 millones de habitantes.
Para resumir las anteriores cifras, esto es aproximadamente el equivalente a decir que uno de cada 13 habitantes en el mundo de hoy, padece de hambre.
En cuanto a los cambios climáticos, los países con las economías de mayores ingresos en el planeta y denominados como el ‘G7’, por primera vez en la historia acaban de llegar a un acuerdo de “descarbonizar” al mundo y bajar la incidencia del cambio climático, manteniendo el calentamiento global por efectos de gases de invernadero por debajo de los dos grados centígrados, lo que supone una sensibilización de las potencias mundiales ante las perdidas incuantificables, económicas y de vida que se han registrado en los últimos años en el planeta. Siendo la sequía de California el turno para la economía más poderosa del mundo, Estados Unidos, en un estado que representa el fortín agropecuario de ese país, conocido como el vergel que ha surtido de frutas y hortalizas durante décadas a EE.UU, un pilar en la seguridad alimentaria del mismo.
Este estado se declaró en emergencia económica por la sequía desde el 17 de enero del 2014 por su gobernador Jerry Brown, quien llamó a este fenómeno la sequía récord y la justificó ante la nación a través de un solo indicador, la disminución pluviométrica, sacando este año a relucir cifras que demuestran que el año 2014, fue el peor año en los 163 años que lleva el estado desde su creación, con una reducción al 20% de las aguas normales que suelen caer en este territorio. Hoy, Estados Unidos, no ha escatimado ayudas económicas para sacar adelante esta parte del país, que ya cayó en el peor de los escenarios la disputa del agua en prioridades: agricultura o consumo humano.
Nuestro departamento no es ajeno a estas dos problemáticas mundiales, pone en riesgo su seguridad alimentaria. En los dos últimos años este departamento ha sido víctima de los dos periodos de sequía más fuertes de su historia como efecto del cambio climático, siendo lo que va del 2015 el más severo, tres veces superior la escasez de agua a lo ocurrido en los primeros siete meses del año pasado, con un régimen pluviométrico que en el centro y norte del Cesar representa el 16.5% del promedio registrado entre el año 1976 y el 2014. Aun inferior en reducción de agua a lo que acontece hoy en California, con diferencias diametrales en tecnología e infraestructura, destacándose el estado americano por represas en donde están consideradas las más potentes del mundo, como es el caso de la represa Hoover. Los pronósticos del Ideam no son los más alentadores, las predicciones dejan constancia que el fenómeno irá hasta el próximo año.
Como resultado, en el departamento del Cesar trece de sus veinte y cinco municipios hoy han sido declarados en alerta roja, para lo cual se tienen que cumplir tres condiciones: falta de agua para satisfacer las demandas de sus habitantes, escasez de recurso hídrico para cubrir las necesidades de sus sectores de producción de alimentos y altos riesgos de incendios forestales. Los restantes municipios están en alerta naranja, es decir, se cumplen dos de las tres condiciones mencionadas. Se vive una debacle social y económica que se empieza a traducir en hambre y que cada día se agudiza más.
Es por esto que el Cesar necesita hoy más que nunca líderes que interpreten las necesidades y el sentir de sus pueblos, la declaratoria de calamidad del departamento es un reflejo de esto, y se vuelve una obligación y no una opción, los alcaldes deben manifestar en un año electoral que su bandera política más importante es permitir ante la crisis de sus pueblos, que se construyan soluciones efectivas que aminoren las pérdidas económicas que en muchos casos son irreversibles.
Por Carlos Eduardo Campo Cuello