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¡El hambre sí mata!

Es alarmante la situación de desnutrición de los niños menores de 5 años en Colombia. Según el Instituto Nacional de Salud, al 31 de diciembre de 2023, se notificaron 308 casos de mortalidad por y asociada a desnutrición en niños y niñas menores de 5 años.

La Guajira es el departamento con el mayor número de muertes notificadas con 85, seguido por Chocó con 35; Cesar con 25; Bolívar 21 y Magdalena 19 casos. Es decir, el 60 % de las muertes notificadas por esta enfermedad se concentran en estos 5 departamentos, siendo la región caribe la más afectada.

Esta situación lleva a pensar, que los gobernantes les interesa más invertir en ladrillos y cemento, que en planes y programas que mitiguen  el hambre de los niños y niñas en sus territorios. El departamento del Cesar ocupa el tercer lugar, en donde los municipios de Valledupar, Codazzi, Pueblo Bello, Becerril, La Jagua, El Paso y Bosconia se presentaron muertes por desnutrición en niños menores de 5 años; muertes estas, que son sencillamente de hambre y que no existe excusa alguna de ningún mandatario local para que no sea responsable de esta situación.

Lo curioso del caso es que en los municipios mencionados hay tres donde abundan los recursos del sistema general de regalías, recursos estos que son lapidados en obras inconclusas e inservibles para la comunidad. El embellecimiento de los parques se ha convertido en la principal gestión de los alcaldes; maquillada la casa por fuera, pero con desnutrición y hambre por dentro. 

Se define un caso de desnutrición  en niños y niñas menores de 5 años cuando el puntaje Z del indicador peso/talla está por debajo de -2DE (desviaciones estándar) y/o están presentes los fenotipos de la desnutrición aguda severa, es decir, no es difícil identificar este fenómeno, lo difícil es dar a entender a los ordenadores del gasto de cada municipio, que es necesario el censo local para lograr identificar y combatir a tiempo la desnutrición. Solo se necesita voluntad política y acciones concretas. 

Ahora bien, en los tipos de desnutrición infantil, la crónica tiene una característica que la hace más grave aún: es silenciosa. A la vista los niños y niñas con desnutrición crónica no parecen enfermos y es difícil entender que su retraso en talla sea un problema. Lo que no se ve es que el cerebro tampoco está creciendo como debe ser. Y aunque es una condición evitable, los efectos de la desnutrición crónica pueden ser irreversibles; sin embargo, cuando un niño o niña la sufre y recibe ayuda antes de los dos años, aumentan las posibilidades de que se recupere y cambie su destino, lo que significa, que detectar a tiempo este fenómeno puede salvar muchas vidas.

En estos momentos se encuentran en la etapa de planificación los planes de desarrollo, herramienta esta que le puede permitir a los nuevos alcaldes incluir planes y programas que permitan, no solo detectar a tiempo la desnutrición infantil, sino salvar muchos niños que la padecen, pero para ello, los planes de desarrollo se deben hacer en armonía con  las comunidades, los gremios, las iglesias y las fuerzas vivas de los municipios, pues existen algunos municipios, que contratan la elaboración del plan de desarrollo a “expertos” que no conocen ni siquiera el territorio, que no saben las necesidades de los ciudadanos, que no son del departamento del Cesar, que trabajan solo con cifras publicadas en internet o simplemente cortan y pegan de otro plan de desarrollo.  Esos municipios están dados  a un atraso social, a una miseria en el desarrollo poblacional y, sobre todo, a evadir la responsabilidad social que se tiene con nuestros niños y niñas.

El plan de desarrollo es un proceso social continuo, permanente y sostenible orientado a la identificación de una serie de objetivos, estrategias, metas, procedimientos y recursos disponibles, que respondan a los propósitos de progreso y bienestar identificados por la sociedad, en este caso, si se logra implementar planes y programas que mitiguen la desnutrición infantil en la comunidad, sencillamente estamos erradicando el hambre que mata. 

Por: Emiliano Piedrahita Porras

Categories: Columnista
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