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El guardián de la Academia de Historia de Valledupar

Tomás Ortega limpia diariamente los viejos libros de escrituras del Cesar y La Guajira. FOTO: Alexander Gutiérrez.

Más de 20 años viviendo en la capital del Cesar no han podido atenuar la fuerza del dialecto sucreño con el que habla Tomás Ortega, cuidador del patrimonio archivístico de la Academia de Historia de Valledupar, una vieja casa al pie de la calle 15 de la Ciudad, sumida en el abandono del Gobierno, que tiene dentro de su haber un sinnúmero de libros de autores clásicos, escrituras de propiedades que datan de la época del Magdalena Grande y el recuerdo de su precursor, Manuel Palencia. Ortega llegó a tierras cesarenses a finales del pasado siglo, proveniente de Corozal, Sucre.

-Los Palencia me buscaron porque querían tener a un señor serio que cuidara esto–, dice con orgullo mesurado. “Ellos murieron y quedé solo. Tengo 20 años de estar aquí”.  

Ocasionalmente, Ortega recibe alguna cantidad exigua de dinero por el suministro de escrituras. “En esa época me reconocían el trabajo. Hoy por hoy el Municipio no tiene que ver”, afirma. Pese a esto, se dispone, como el primer día, a la limpieza de las instalaciones del lugar y de los libros donde se conservan los títulos antiquísimos de propiedades del Cesar y La Guajira. Se sabe poseedor de su histórico y solitario deber. Basta una brocha y un cepillo para ser el hombre tras bambalinas en la significativa tarea de conservar antiguas escrituras del Valle del Cacique Upar. 

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