El gas natural irrumpe en la escena energética con la segunda transición energética, que tuvo su detonante en la guerra del Yon Kippur (octubre de 1973), cuando el embargo petrolero de los países árabes en contra de los aliados de Israel, llevó a estos a diversificar la matriz energética incorporando a la misma tanto al gas como el carbón. Y al mismo tiempo, ‘las 7 hermanas’ (como se conocían las mayores empresas petroleras en el mundo) convinieron también en diversificar su portafolio de inversiones, apostándole a la industria del gas y del carbón.
El descubrimiento de gas natural offshore en La Guajira se dio en el momento que el país más lo necesitaba, dado que en 1975 Colombia había perdido la autosuficiencia petrolera y había pasado de ser exportador a importador neto de crudo, a precios exorbitantes comparados con los precios de enantes a los que exportó. Con gran visión de futuro, el exministro de Minas y Energía, Guillermo Perry, planteó su política del “Gas para el cambio”, tendiente a masificar el consumo del gas en Colombia para distintos usos, sustituyendo energéticos más escasos, costosos y contaminantes.
De esta manera, Colombia se adelantó a la Transición energética, hoy en boga, que contempla al gas natural como el energético de la Transición. Lo demás es historia, Colombia recobró su autosuficiencia petrolera diez años después, con el hallazgo de petrolero y con el gas asociado en Caño Limón primero y, posteriormente, Cusiana, Cupiagua, Pauto y Volcaneras, en el pie de monte llanero, que sirvieron de nueva fuente de suministro de gas.
Pero, como dice el adagio popular, “todo lo que comienza como chorro termina goteando”, máxime cuando se trata de un recurso natural no renovable, expuesto a su agotamiento. De manera que con la declinación de los campos de gas de La Guajira y del pie de monte llanero pasamos de un mercado de abundancia a otro de escasez, y en esas estamos. En los últimos 15 años las reservas de gas han caído un 50 %, situándose en los 2,3 TPC, que a duras penas apenas alcanzarían para 6 años y con ellas ha caído también la producción un 9 % entre junio de 2023 y junio de este año, pasando de 1.170 MMPCD a los 900 MMPCD.
Según la directora de la Gestora del Mercado de gas, se prevé que el potencial de producción caerá un 19.8 % entre los años 2024 y 2026. Y como la demanda crece y crecerá aún más hacia el futuro, como sustituto del carbón y de los combustibles líquidos, según la Gestora para el 2025 se estima el déficit en un 12 % (120 MMPCD) y, para el 2026, de un 30 % (350 MMPCD). Déficit este que tendrá que cubrirse con importaciones.
Como lo afirmó la presidenta de Naturgas, Luz Stella Murgas, “el déficit del gas natural es una realidad, no es una narrativa”, como tampoco la necesidad de importarlo a partir del próximo mes para cubrir parte del consumo esencial y así terminó por aceptarlo el ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho, quien sostenía obstinadamente que no existía escasez ni déficit de oferta de gas sino acaparamiento. Y después de descartar dichas importaciones de gas, terminó expidiéndose por parte del presidente Gustavo Petro un decreto para habilitar las importaciones de gas que ya se aproximan. ¡Se impuso la sensatez y el realismo sobre el negacionismo!
Amylkar D. Acosta M