Soy un gran defensor del medio ambiente –en eso quiero ser enfático–, y para nadie es un secreto que en Colombia y en otros países el discurso ambiental –mal construido– puede afectar el desarrollo sostenible.
Desde la Región Caribe, en tiempos recientes, hemos sido testigos de un debate álgido sobre el fracking, en el que chocan, de manera frontal, argumentos diametralmente opuestos.
Para llegar a consensos, necesitamos informarnos mejor y hacer un balance sobre el manejo de la información porque no hay claridad sobre los beneficios potenciales que trae la industria extractiva responsable.
Tenemos que mirar, con amplia objetividad, los costos a los que estaremos expuestos como región al momento de elegir o no el desarrollo de esta actividad, es decir, ir más allá del debate ambiental, que desde luego hay que hacerlo de manera seria y responsable.
Recientemente visité Midland (Texas), la capital energética del mundo. Esta ciudad, epicentro del fracking en Estados Unidos, tiene muchas de las respuestas a los interrogantes que nos estamos planteando en Colombia, especialmente en nuestra Región Caribe.
Pude ver y conocer avances impactantes en su economía local, además, una dinámica empresarial asombrosa alrededor del encadenamiento de servicios que requiere esta actividad.
Tuve acceso a resultados de investigaciones en materia ambiental y sismicidad asociada al fracking que realizaron centros de pensamiento y universidades. Estas conclusiones pueden enriquecer, de manera determinante, el debate actual sobre su conveniencia en nuestro país.
Siempre será fundamental soportar el análisis con resultados prácticos. Personalmente, creo que Midland tiene mucho que aportarnos sobre puntos de encuentro entre desarrollo económico y sostenibilidad ambiental.
El desarrollo tecnológico que tuvieron, en corto tiempo, ubicó la economía de Estados Unidos en la ruta de la autosuficiencia energética con resultados innegables en materia de competitividad, crecimiento y desarrollo.
Es precisamente esa competitividad y posible crecimiento de nuestra Región Caribe la que nos lleva a participar, de manera directa y proactiva, en este debate.
Si bien las áreas de exploración asociadas a yacimientos no convencionales se encuentran en los departamentos de Cesar, La Guajira y Santander, según lo expresado por el director de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), Luis Miguel Morelli, es importante resaltar que el tamaño de esta oportunidad nos exige que miremos este asunto desde una visión regional.
Para la Región Caribe representa un reto logístico atender la demanda de servicios y prepararse para satisfacer los requerimientos de este negocio y, a la vez, una oportunidad para mejorar la competitividad, no solo por los altos costos del gas que hoy pagamos, sino por su evidente falta de disponibilidad en el futuro cercano.
Expertos en la materia proyectan que en actividades de exploración y producción de petróleo y gas no convencional en la región, se invertirían cerca de USD$ 30 billones, que a su vez representarían 124,000 nuevos empleos directos e indirectos, más dinamismo para los diferentes puertos, la optimización del río Magdalena y la instalación de nuevas empresas prestadoras de servicios afines a esta actividad.
De igual forma, se proyectan regalías por USD$ 1,000 millones que, al ser bien invertidas, podrán cambiar la ecuación económica de la región a favor de nuestras comunidades.
Por Eduardo Verano De la Rosa