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El fracaso de Duque

Más allá de las consideraciones técnico-jurídicas, Colombia necesita entablar un diálogo constructivo que conduzca a la legitimación de la JEP, al debilitamiento de la polarización y al fortalecimiento de la democracia. De lo contrario seguiremos anclados a una patria boba y cautivos en las redes del resentimiento, mientras se agudizan los demás problemas nacionales: corrupción, inseguridad, mal servicio de salud, desempleo, baja calidad de la educación.
En mi columna Diálogo para salir del atolladero, invité a quienes han apoyado el proceso de paz con las Farc a construir un puente de comunicación con el uribismo. Dije que debemos (me incluí) dejar la testarudez y el discurso catastrófico a un lado para buscar un pacto nacional que nos permita por fin pasar la página del acuerdo de La Habana.
Para esto no solo se necesita del pragmatismo de la oposición, sino también del liderazgo de Iván Duque y de la serenidad del Centro Democrático, su partido. Durante la campaña presidencial Duque prometió que acabaría con la polarización. Hace pocos días, en la alocución sobre la ley estatutaria de la JEP, volvió a insistir en la búsqueda de un acuerdo. Con tono moderado y gestos amables, Duque ha hablado constantemente de unir al país, pero sus objeciones han recrudecido la furia y renovado la división nacional.
Ahora el país se ahoga en la rabia. Durante una sesión de la Comisión de Paz del Congreso, Paloma Valencia trató a Pablo Catatumbo de narcoterrorista y el representante a la Cámara por la U, Jorge Eliécer Tamayo, respondió de inmediato: “Entonces los del Centro Democrático son paracos”. En una audiencia para las víctimas del conflicto armado, Ángela Robledo y Sofía Gaviria se escupieron el odio en la cara. La senadora Paola Holguín instaló una valla en Antioquía que dice: “Tú, ¿de qué lado estás? Víctimas: no JEP | Victimarios JEP”. El fiscal está a favor de las objeciones y el procurador está en contra. El liberalismo se fue a la oposición, se ahondaron las divisiones en la U y Cambio Radical. En las redes sociales a quienes critican las objeciones los califican de guerrilleros y a quienes las apoyan los rotulan de paramilitares. Mientras tanto, la comunidad internacional ha mostrado sus preocupaciones frente a la implementación del acuerdo de paz.
Duque luce como una estatua ante este río revuelto. Después que realizó las objeciones, no se ha reunido con quienes defienden el acuerdo de paz con las Farc para tratar de buscar el tan mencionado acuerdo nacional: no ha tenido iniciativa ni capacidad de convocatoria. Duque debe propiciar los escenarios de diálogo, no esperar que se configuren solos. Él es quien debe gestionar el encuentro entre los opuestos, quien debe comandar la reconciliación que nos prometió. No basta con su visita a Tierra Grata, urge que llame a la oposición y llegue a un gran consenso. Ese sería su verdadero triunfo.
Un pacto se busca a través del diálogo sincero y cercano, no por medio de alocuciones presidenciales sin interlocutores. Duque debe comenzar un proceso de paz con la oposición, hay que pasar de la confrontación a los puntos de encuentro. El presidente tiene que demostrar liderazgo, autonomía, valentía, sensatez. Todavía está a tiempo de enderezar el camino, de conducir a Colombia hacia un futuro en paz. Si no logra un acuerdo ni reconciliar al país, incumple su promesa de campaña y pierde como líder nacional: ¡la polarización es su fracaso!
Twitter: ccsilva86

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Carlos Cesar Silva: