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El foro Rafael Carrillo

Rafael Carrillo.

Con ocasión de los 25 años de la muerte del filósofo colombiano Rafael Carrillo se llevaron a cabo distintos actos en universidades, y conversatorios con pequeños grupos de estudiantes interesados en conocer su vida y obra. Con estos últimos había adquirido un compromiso, razón por la cual no pude aceptar la invitación que se me hiciera para participar en el Foro. A la sesión del 21 de julio logré conectarme y escuchar la exposición final del doctor Carlos Arturo Gómez Pavajeau sobre Carrillo y su filosofía visionaria. Las otras de esa fecha, y las del 28 de julio, las escuché al día siguiente por el canal de YouTube. 

En términos generales se hizo un buen foro y se logró lo que habíamos venido ambientando desde este diario para la conmemoración, que era hablar de su vida y obra. Pero de esos conversatorios siempre queda algo por comentar. Las conferencias sobre su obra escrita fueron expuestas como las han entendido e interpretado sus expositores.

La conferencia del doctor Leovedis Martínez, y para usar una expresión coloquial, fue al grano, en relación con la obra ‘Ambiente Axiológico de la Teoría Pura del Derecho’. Es cierto que Carrillo cuando escribe su obra en 1944 y 1945 la hace sobre la primera edición de 1934 de la ‘Teoría Pura del Derecho’ de Hans Kelsen, pero se equivoca al afirmar que el maestro no conoció la segunda edición de 1960. 

Es inimaginable que Carrillo no hubiese conocido y leído la segunda edición del jurista más importante del siglo XX, máxime cuando en el prólogo de esta, Kelsen se ocupa en rechazar las críticas que distintos autores le hicieron en relación con la teoría de los valores en su obra, entre ellos, y sin mencionarlos, Carlos Cossio y Rafael Carrillo. 

Cosa distinta es que Carrillo no se hubiese referido después a la segunda edición de la obra de Kelsen. Ya había dicho lo que tenía que decir. La segunda edición del libro de Carrillo de 1979 lo hizo directamente la Biblioteca Filosófica de la Universidad Nacional y Carrillo no intervino en ella para hacer referencia al prólogo de la segunda edición de la ‘Teoría Pura del Derecho’. 

Pero, además, tuve conocimiento directo en su biblioteca, y por el inventario que se hizo de la misma, que allí se encontraron las distintas ediciones en español, alemán, y las traducciones de toda la obra Kelseniana, la cual reposa en la Universidad Distrital donde podrá ser consultada.

Lo extraño en la exposición de Martínez es cuando dice que no conocía que Carrillo se hubiese escrito con Kelsen, cuando en mi libro ‘La Vocación Filosófica de Rafael Carrillo’ lo refiero (páginas 36 y 55) y el cual adquirió. Carrillo en vida no comentaba sobre la pérdida de esa carta. Solo de ella tuvo conocimiento su amigo el filósofo Danilo Cruz Vélez, y el suscrito por la familiaridad que nos unía, y con la advertencia por parte del maestro que no lo comentara. 

Las personas que hoy en día tienen conocimiento de esa comunicación la han extraído del libro antes referido y del cual soy su autor. Su discreción, lo llevaba a no comentar esas situaciones, así como no le gustaba referirse a las razones por las cuales dejó dos de sus obras inconclusas.

TRADUCCIÓN

La conferencia de Numas Armando Gil Olivera sobre una de las traducciones que hizo Carrillo de la obra de Georg Lukács, ‘El reflejo de la realidad en el Arte’, me pareció igual de excelente, porque ubica ese momento de los primeros años de la década de 1960 cuando Carrillo traduce la obra, con lo que está ocurriendo en Europa, América, Colombia y también en nuestra costa Atlántica. 

Es importante conocer cronológicamente las fechas en que Carrillo realiza las traducciones, porque ello nos indica lo que estaba pensando para el momento en que decide ocuparse de un tema en específico dentro de su actividad filosófica. De ahí que no comparta la forma en que hizo la compilación de las traducciones para la Universidad del Atlántico, cuando las divide en un tomo para la Filosofía de la Ciencia, y otro para la Historia de la Filosofía, porque se pierde para el lector conocer ese interesante momento en que se ocupa de determinado tema y autor para traducirlo. Pero es una simple discrepancia metodológica, y respetamos por supuesto el criterio del compilador.

La conferencia de Tomás Vásquez, otro de sus alumnos, sobre la Filosofía de la Ciencia en la obra de Carrillo, me pareció bien elaborada, así como el discurso de Diego Luna, de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, quien con suma facilidad hizo la comparación entre la obra de Carrillo ‘Ambiente Axiológico de la Teoría Pura del Derecho’ y ‘La Teoría Egológica del Derecho y el Concepto Jurídico de Libertad’, de Carlos Cossio, publicadas ambas en el año de 1944, a pesar de ser un iniciado en la obra del primero.    

Hubo algunos lunares en el foro, que por el conocimiento que tengo de hechos y situaciones que fueron referidas, me siento en la obligación de ocuparme de ellas. No me referiré a imprecisiones menores de quien condujo la segunda sesión del evento virtual.

Al expositor Numas Armando Gil Olivera, alumno de Carrillo y a quien aprecio, hasta el punto de haberle entregado en préstamo algunas cartas, entre ellas, las de Cossio a Carrillo, lo mismo que la dirigida al maestro, por Gerhart Husserl, quien conoció la obra ‘Filosofía del Derecho como Filosofía de la persona’ (hijo de Edmundo Husserl padre de la fenomenología) y la cual Gil Olivera tiene extraviada y no ha podido regresármela, así como fotos del archivo del maestro, para que las publicara en su libro ‘Rafael Carrillo. Pionero de la Filosofía Moderna en Colombia’ (1997), creo que se le fueron las luces en la intervención final cuando responde preguntas del público y que se hace necesario aclarar y precisar.

La situación que describe respecto a una entrevista que pensó hacerle la periodista Consuelo Araujo Noguera a Carrillo no se dio en la forma como lo comenta -de preguntarle cuál de sus obras de filosofía había leído- por cuanto Carrillo no tuvo contacto personal ni telefónico con ella. La solicitud de la entrevista la hizo Consuelo a través de su hermano Darío Carrillo, ante lo cual el profesor se excusó de concederla en razón a un trabajo odontológico que le habían realizado y una afección en la garganta. Numas no informa las circunstancias de tiempo, modo y lugar, en que se dio esa situación. Su narración deja la sensación que ello hubiese ocurrido en Bogotá. No. La situación se dio en diciembre de 1976 en una de las pocas idas de Carrillo a Valledupar. Yo me encontraba todavía allí, y tuve conocimiento familiar de ello.

Tampoco es cierto que Danilo Cruz Vélez hubiese sido jurado en la sustentación de la tesis de grado ‘De Lombroso a Pende’ de Luis Eduardo Nieto Arteta en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional. Los jurados fueron Germán Arciniegas (lo mencionó y es cierto), Eduardo Zuleta Ángel, Gerardo Molina y Juan Francisco Mujica. Nieto Arteta sustentó su tesis el 28 de febrero de 1938. 

Para ese año, Cruz Vélez no se había asomado por los predios de la Universidad Nacional, porque llegó a Bogotá en 1939 a comenzar sus estudios de Derecho, año en que se conoció con Carrillo (ver el libro ‘La época de la Crisis’ de Sierra Mejía). Nieto Arteta era mayor 7 años, nació en 1913 y Cruz Vélez en 1920, aún cuando este último dato no es lo determinante, pero sí un indicio.

No tengo conocimiento, pero es posible, así hubiese sido por tiempos cortos, que Carrillo compartió habitación en Alemania con Cruz Vélez, a pesar que el uno estuvo radicado en Basilea y luego en Heidelberg, y el otro en Friburgo de Brisgovia. Pudo darse, por las visitas que se hacían derivadas de su amistad, por su colegaje y estudiantes en ese momento. El seminario que dictaba Heidegger hacía que Carrillo se trasladara hasta Friburgo. La situación que narra Numas y que pone en boca de Cruz Vélez sobre la costumbre de Carrillo de dejar abierto el baño cuando hacía uso de este me genera dudas, porque conocí personalmente a este filósofo a través de Carrillo y por su seriedad en el trato con las personas creo que no le hizo ese comentario y menos respecto del más cercano de sus amigos. Eso no lo creo. No por su rango intelectual, porque en estos no deja de aparecer el imprudente o el que lo haga con humor.

Tampoco es cierto que Carrillo cuando viajaba para Alemania, desde que salía del apartamento empezaba hablar alemán y no se callaba. Carrillo los primeros viajes a Europa los hizo en barco, y como todos los humanos tenía miedo por algo, él lo tenía por los aviones. Ya en su edad muy avanzada decidió viajar por transporte aéreo y los momentos previos eran de mucho nervio, y permanecía callado. Cuando pisaba tierra era otro emocionalmente. Viví esa situación a su lado cuando viajamos a Alemania el 12 de junio de 1993.

Todas esas situaciones narradas por Numas, y sobre las cuales algunas personas me han preguntado si son veraces o no, llegan a su final cuando respecto de la ‘Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez’ y de la persona que se encontraba como gobernador del departamento del Cesar, dice haber confirmado que este había nacido en el mismo pueblo del profesor Carrillo, y por esa razón quedaba listo el camino para que ello se diera. No es cierto. Carrillo nació en Atanquez y el gobernador de la época había nacido en un pueblo del departamento de La Guajira.

Cuando mueren los personajes se tejen alrededor de ellos algunos mitos, se exageran situaciones en torno a su persona por parte de quienes lo conocieron y de quienes lo siguen. Ello también ha ocurrido en torno al profesor Carrillo. Me referiré por el momento a varios de ellos. 

No es cierto que el profesor Carrillo hubiese tenido contertulios en Valledupar en su último año de vida. El maestro, después de haber permanecido 28 días en la Clínica Nueva de Bogotá, por una isquemia cerebral, llegó a su tierra a recuperarse de su salud. Allí atendió en visitas cortas a quienes iban a saludarlo, algunos lo visitaron dos veces, y luego no regresaron, así me lo refirió el mismo profesor Carrillo en una reunión familiar donde su hermana Hilda Carrillo en el mes de diciembre de 1995.

De los visitantes solo recordaba por su apellido a José Antonio Murgas, quien en varias ocasiones lo visitó en la cafetería del Hotel Continental de Bogotá, y quien había sido alumno de su hermano Florentino Carrillo en el colegio del municipio de San Diego, Cesar.

Igualmente, no es cierto que Carrillo hubiese dictado clases en un colegio de Alemania como se dijo en una de las conferencias, y lo cual he ratificado con su hijo Rafael Protz Carrillo. Como tampoco dictó clases en alguna universidad alemana como me lo han preguntado, entre ellas, el columnista de EL PILÓN Rodrigo López Barros, quien dice haberlo escuchado de alguna persona (esto no se dijo en el foro, pero es oportuno aclararlo). Y no es cierto que el profesor Carrillo hablara el idioma inglés. 

Pero eso no solo ocurre con el profesor Carrillo, se presenta con todos los grandes intelectuales. En el Foro ‘Ecos de Kelsen’ que se está llevando a cabo este año 2021 para conmemorar el natalicio 140 del jurista vienes, en una de sus sesiones, dirigida por el profesor Gonzalo Ramírez Cleves de la Universidad Externado (también participó en ‘El Foro Rafael Carrillo’), se habló de un mito: la intención de Kelsen de radicarse en Colombia cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial y los judíos eran perseguidos por el régimen nazi.

 Se dijo que Hans Kelsen había llegado ante el Cónsul de Colombia en Ginebra, Suiza, Jesús María Yepes, y solicitado la visa. Lo extraño es que este cónsul murió y nunca se pronunció al respecto, y su familia hasta el día de hoy tampoco. Al parecer es una colombianada más, y no debe seguirse con el tema. Alguien dio la mejor respuesta: “Kelsen nunca estuvo físicamente con nosotros, pero sí espiritualmente”.

En este mismo Foro sobre Kelsen, uno de los intervinientes, Andrés Botero, de la Facultad de Filosofía de Universidad Industrial de Santander -UIS- llegó a decir que todos los filósofos colombianos de la primera mitad del siglo XX habían sido Neo-Tomistas. No. Carrillo y Cruz Vélez, por el contrario, se fueron en contra de ellos. Pero no es de extrañar en las nuevas generaciones esa confusión. Como lo afirma el filósofo Damian Pachón: conocen de Hegel, de Heidegger, etc., pero son analfabetas de la historia de la filosofía en Colombia. 

Al profesor Carrillo no hay que inventarle nada sobre su vida y obra para hacerlo un personaje importante, ya lo es. El tratamiento por parte de quienes lo siguen y lo llegaren hacer en el futuro es la seriedad y el rigor, un buen ejemplo del maestro. 

Felicitaciones a la Universidad Popular del Cesar y otras instituciones de la ciudad de Valledupar, Colombia, por la organización y desarrollo virtual del foro.

Por: Carlos Elías Lúquez Carrillo

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