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El fin del olvido

Los seres humanos somos los protagonistas de la historia y, de manera recíproca, el contexto histórico configura nuestra forma de entender el mundo y la realidad. Al descubrir que la Tierra es redonda y además gira alrededor del sol, el hombre cambió su mentalidad.

Aquello que le era familiar empezó a serle extraño; aquello que daba por sentado, incluyendo una posible interpretación bíblica, empezó a ser sometido a distintas pruebas.

De esta manera se produjeron adelantos científicos, movimientos intelectuales y corrientes filosóficas importantes que han continuado transformando el mundo y al hombre mismo, como en un círculo vicioso, hasta hoy. Desde entonces no hemos parado. Hoy hablamos de viajes inter-espaciales, bombas atómicas, el genoma humano, neurociencia, internet y teléfonos inteligentes entre otras “rarezas”.

La tecnología nos proporciona atributos que hace 200 años eran inimaginables y tal vez solo pertenecían a Dios. En cierto grado poseemos el don de la ubicuidad ya que, solo utilizando el móvil, podemos estar en una reunión y en el baño al mismo tiempo. También existe un gran banco de datos e información, al que podemos acceder con solo un click y nos permite saberlo todo. Podemos elevarnos a alturas antes impensables y viajar a velocidades exageradas que rebasan incluso a la luz o el sonido. Y ni hablar de los aparatos que nos permiten adaptar el medio ambiente a nuestras necesidades, como el aire acondicionado o la nevera que nos hacen dueños del frío y el calor.

Todo esto tiene sus ventajas pero también puede ocasionar problemas. Hemos perdido la buena costumbre de observar, hacernos preguntas y reflexionar. Todo lo obtenemos elaborado, masticadito y nuestra capacidad de resolver problemas y asumir retos ha mermado. Tal vez por eso los suicidios.

También hemos perdido la noción y el derecho a la privacidad. Hoy, cualquiera tiene un teléfono con cámara de alta resolución. La vida cotidiana se ha convertido en uno de los “reality-show” que nos ofrece la televisión basura. Lo más complicado es que cuando uno de esos videos es subido a la Gran Red, el protagonista no tiene derecho al olvido. Lo hemos visto cuando una actriz se graba teniendo sexo y el vídeo se escapa de su control y se vuelve propiedad de todos, o cuando los politiqueros cambian de opinión y saltan de un extremo a otro. Es lo que está sucediendo con el presidente Ivan Duque que el 15 de mayo de 2018, cuando apenas era candidato, se comprometió con el país a bajar los impuestos aduciendo que “lo que Colombia necesita ahora es una reforma a la administración pública, una reforma del gasto que elimine gastos innecesarios, enfrentar la corrupción y la evasión, generar los ahorros que nos permitan también inclusive bajar el IVA…” y hoy, elegido y con el sartén agarrado por el mango, anuncia que hará todo lo contrario: disminuir los impuestos a las empresas, aumentarlos a la clase media y no tocar a los intocables. Estupro político.

Gracias a Dios ha llegado la era del fin del olvido, para que no se nos olvide.

Carlos Luis Liñán

Categories: Columnista
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