Para nadie es un secreto el enorme liderazgo político que despertó el expresidente Uribe en Colombia a finales de los años noventa luego del desastroso gobierno de Andrés Pastrana y su fallido proceso de paz con la guerrilla de las Farc, situación que originó la mayor fractura de la nación pues prácticamente el sur del país estaba copado por la insurgencia armada y la precarización de la inversión privada impactaba en el desarrollo de más de medio país.
El discurso de la mano dura y el corazón grande llegó a tener tal aceptación que el entonces candidato Álvaro Uribe Vélez, inscrito por un movimiento independiente llamado Primero Colombia, arrasó en las elecciones presidenciales de 2002 ganando en primera vuelta al candidato del partido Liberal, Horacio Serpa Uribe (QEPD), dando inicio a una era de gobierno de extrema derecha y al nacimiento de una doctrina llamada “Uribismo”.
Todo el proceso de recuperación del país y el muro de contención que construyó contra la insurgencia especialmente contra las Farc se vio seriamente empañado por los escándalos que sobrevinieron en su primer gobierno entre los que se destacan el asocio de sus aliados políticos con grupos paramilitares que desembocó en el más grande escándalo de infiltración de mafias en la política, terminando en la cárcel 44 congresistas, 26 senadores y 18 representantes a la Cámara; esto sin contar gobernadores y alcaldes.
A pesar que la parapolítica estaba en pleno estallido, Álvaro Uribe logra reelegirse a través de una cuestionada reforma constitucional que desembocó en la “yidis política”, sin embargo, aunque esta jugada les costó la cárcel a tres altos funcionarios del gobierno Uribe y por supuesto una ruptura institucional por el enfrentamiento que ya estaba evidente entre el Ejecutivo y las altas cortes, pudo llevar a cabo su segundo periodo en medio de todas las tensiones políticas.
Con evidentes muestras de desgaste en el panorama político y la enorme presión internacional por temas de derechos humanos, donde los falsos positivos fueron preponderantes, el segundo periodo de Uribe Vélez termina en crecientes escándalos de corrupción y un feroz enfrentamiento ideológico en el país por lo que intenta una tercera elección, la cual se da al traste con la intervención de la Corte Constitucional que frena su aspiración; en la búsqueda de su sucesor y quien recogiera sus banderas, su ministro estrella, Juan Manuel Santos, se perfila como el elegido para continuar dicho legado.
La jugada audaz de Juan Manuel Santos, quien se mostraba como un fiel seguidor de Uribe, funda un partido al que bautizó con la primera letra del apellido de su mentor “La U” como una manera de mostrar su lealtad; sin embargo, cocinaba una estrategia maestra que terminaría por romper no solo el legado del gobierno de su antecesor por temas tan gruesos como el proceso de paz, la ley de restitución de tierras y la JEP, políticas que se apartaban diametralmente de la doctrina de derecha.
Luego de la ruptura con Santos, Uribe crea el partido Centro Democrático, el que en 2014 y 2018 obtuvo 4.067.657 votos eligiendo 20 senadores y 19 representantes, y 19 senadores y 32 representantes respectivamente convirtiéndose no solo en la principal fuerza política sino en el partido de oposición del gobierno, sea oportuno rescatar que esta abultada votación tenía como principal ingrediente el hecho que el expresidente encabezó la lista cerrada al Senado en 2014.
Hoy después del pobre gobierno de Iván Duque, el desgaste de la figura del expresidente es notoria y se evidencia en los constantes abucheos que recibe en las calles mientras entrega volantes para impulsar a sus candidatos, los más optimistas vaticinan que obtendrían máximo ocho senadores, 15 representantes y una altísima probabilidad que la izquierda o la centro izquierda gane las elecciones presidenciales.
La mayoría de sus alfiles deambulan buscando cabida y jugando a tres bandas con candidatos propios que no despegan en las encuestas o tratando de meterse en cuerpo ajeno, aprovechando la popularidad de algunos candidatos independientes que profesan parte de su doctrina; lo que sí es claro es que al Centro Democrático se le aplicarán los santos óleos en esta elección, pero el “uribismo” como doctrina continúa más vivo que nunca.
Por Eloy Gutiérrez Anaya