El pasado 10 de octubre, el mismo día del natalicio de nuestra madre Dominga Zuleta de Cotes, falleció en Valledupar mi hermana Deisy Rosa Cotes Zuleta de Velandia. Hoy ofrezco esta columna en su memoria.
Comienzo, repitiendo, varias frases del Padre Alirio Rojas en su homilía en el sepelio, como fortaleza para nuestra familia y amigos. “Deysi entendió la vida en la cotidianidad de sus quehaceres”. “Nuestra Párroco, le decíamos a Deysi, los capuchinos”. “Deysi no estaba en pecado mortal, se fue tranquila, reposada, en paz”. “Dios la llamó porque la necesitaba allá”, expresó el Padre Alirio.
Aún estoy aturdido por su fallecimiento. Esto es increíble, pareciera que estoy en un túnel en donde la luz es tenue, en donde veo a mi hermana rozagante, pura y brillante, con su sonrisa fuerte y su mirar penetrante. Ordenadora, de muchas palabras, poseedora de un don de mando, una mujer echa a la usanza y llena de virtudes, carismática y contestataria, orgullosa y prominente. Dios fue su apoyo y su guía.
Deysi, era la cuarta de los 14 hermanos. Nació en Manaure Cesar y se crío entre los anafes de la cocina de mi mamá, como nos criamos con ella, todos los hermanos.
A los años creo un emporio en su residencia. Primero en Codazzi en donde conoció a su esposo Miguel Antonio Velandia Niño, un ilustre y valioso santandereano, después en Valledupar.
A ella le decíamos la Mami, ese apodo, entiendo, surgió porque eso era ella: Una mami, una mujer grande y temperamental, una mujer de Dios.
En el sepelio estuvieron sus dos hijos, sus nietos, sus hermanos, sus sobrinos y sobrinas, su esposo Miguel y sus cuñados, sus amigas y copartidarias de las pequeñas comunidades y de la Iglesia Tres Ave María.
Con ella compartí muchas horas. En la terraza de su casa en varias ocasiones tuvimos contrariedades y en muchas más tuvimos regocijos y coincidencias.
Uno de mis hermanos me dijo que, con el fallecimiento de la Mami, se rompía el esquema familiar, porque su casa fue algo así como la sede consular de todos nosotros.
Deisy nos deja la enseñanza del carácter, de la mujer proactiva, creativa y genial. La mami tenía un don exclusivo para cultivar a la gente, es un don que no todos tenemos, esa era su gran virtud y su grandeza ante la humanidad.
Fue una mujer de Dios, catequizaba con aquella virtud de sabios. Esa relación con Dios la transformó para practicar la enseñanza de su palabra.
Nuestra hermana Liyibeth, en los últimos días, se convirtió en su sombra, en su sostén. Ellas dos se conocían mucho, se parecen mucho. Liyibeth por su tenacidad y su linaje sentimental, incansable y lucida. En la familia eran 4 hermanas: Dollys la mayor, Liyibeth y María Nurys.
Hoy agradezco infinitamente el acompañamiento. Gracias a todos, a nuestros familiares, a nuestros amigos, a quienes integran la Parroquia de Las Tres Ave María, a los profesionales de la medicina quienes hicieron esfuerzos por recuperar su vida, a Miguel su esposo, porque es el amor que nos queda de ella. A “Sofy”, a “Jesu”, a Jorge Miguel, a Luisca, a Adriana Cristina sus hijos y sus nietos, a Amalia.
A Adriana Cristina su compañera, su motor, su vida. Gracias, por querer a mi hermana, gracias por hacerla unidad. Deysi es luz, es sol, es vida; Deysi es testimonio de la existencia de Dios. Hasta la próxima semana. tíochiro@hotmail.com