Aquel amigo de infancia, flacucho, desgarbado y tímido que pareciera iba a desarmarse, a quien su primo Alfonso bautizó por feo “molde malo”, del cual en unos cuarenta o más años sólo tuve noticias inciertas, re- aparece cómo todo un señor abuelo, con hijos e hijas mucho mayores que la edad con que siempre lo recordé en estos años. Descubrí que el tiempo no se había congelado.
También la amiguita de la juventud, la de la casa de la vuelta, flaca (todos lo éramos), de pelo negro y ojos verdes, inquieta, “necia”, hoy dirían con precisión: hiperactiva, la encontramos con nuevo apellido -el de casada- en Boston, pero de vacaciones en Madrid.Victico- lejísimos en Filipinas, con algunas arrugas pero ampliando la cuenta de nietos y pendiente de mis cuentos sobre Colosó y los berrinches que armábamos en sus arroyos y especialmente en la hacienda de su abuela Amira, cuando cuatro muchachitos cabíamos cómodamente en los dos “jolones” de cuero con que aparejaban el mulo para ir al arroyo.Y así, sorpresa tras sorpresa, hasta ahora todas agradables. A mí me ha llenado un gran vacío al ponerme frente a imágenes e informaciones de lo que ya era un recuerdo borroso o simplemente un total o casi total olvido.
Me sirvió también para verificar la aseveración sobre la calidad de los lazos amistosos que se establecen en la infancia y juventud; esa cera virgen que son los sentimientos de adolescente quedan marcados de por vida. Aquellos siempre serán tus amigos, entre otras cosas porque la separación física impidió que te convirtieras en su enemigo. No hay forma de reñir con una remembranza agradable.
Predomina la gente nueva, pero hay que ver la cantidad de “viejos” (¿mejor sin comillas?) que hemos acogido con entusiasmo esta tecnología. Me estoy dando la mano con los de mi época, pero también con sus nietos.
Fotos de paseos, matrimonios, primeras comuniones que lo ponen al día en cuestión de segundos o minutos de lo que hicieron los amigos el pasado fin de semana. Todos muestran orgullosos a sus cónyuges, hijos, nietos, novios y novias. Vemos su entorno, sabemos cómo viven.
Qué maravilla este Facebook, es mucha la alegría que dispensa al permitir la reconstrucción, remozamiento y mantenimiento de relaciones casi perdidas. Me ha llenado un gran vacío. Y estoy agradecido. Me devolvió a muchos amigos de los cuales ahora me siento muy cerca nuevamente.
Jaime García Chadid
jgarciachadid@gmail.com