El próximo año los eventos del Festival de la Leyenda Vallenata se celebrarán en honor al insigne juglar, Iván Villazón Aponte. Así lo ha dispuesto, enhorabuena, la junta directiva de la fundación del festival, siguiendo una tradición ya de muchos años, en los cuales se ha distinguido a varios artistas de nuestro folclor.
Iván honra el numeroso grupo de cantantes vernáculos que conforman la gloria de la juglaría de las provincias de Padilla y Valledupar, que nombro en el orden en que ese fenómeno musical fue originándose y desplegándose desde pretéritos tiempos en los que el espíritu folclórico de dichas provincias se fue gestando con la musicalidad de las sencillas, pero líricas costumbres provincianas.
Esas costumbres adobadas por los sentimiento corrientes o sublimes de las circunstancias ocasionales que hacían y hacen explotar el corazón desgarrado del compositor, cuando este es vemente o apacible, se torna nostálgico.
LA TRADICIÓN MUSICAL
En los orígenes de este género, trovadores y juglares tuvieron la condición humana de las nobles personas sencillas, pero más adelante unos y otros recibieron la contribución de compositores y cantantes de una clase social cuyos miembros ya habían recibido una educación secundaria y profesional, en algunos casos.
Se que mis lectores recuerdan a meritorios nombres de unos y otros, por lo que no hace falta nombrarlos acá. Por ello aquí, solamente me contraigo a aplaudir el honor recibido por mi sobrino Iván Villazón Aponte y a asegurarle a dicha fundación , el voto generalizado afirmativo por su acierto, y dejar constancia del compromiso que adquiere Iván Villazón de enaltecer los festejos del próximo festival.
EL COMPROMISO CON EL PARQUE DE LA LEYENDA
Y he aquí que esta circunstancia me inspira proponerle a Ivan y a mi otro sobrino, Iván Zuleta Barros y a todos los distinguidos con igual honor, que ahora recibe el primero, y a todos los reyes coronados por el Festival, los presentes y los sucesivos, que ojalá conformarán una fundación jurídica, dedicada a mantener con el mayor cuidado y cariño el lugar físico de El Parque de la Leyenda Vallenata.
Este sitio debe ser convertido en templo de peregrinación permanente para el turismo nacional y extranjero.
Su incuria achacable al municipio de Valledupar, su actual propietario, indolente, y su temporario aseo cada año en vísperas de la celebración del evento no dejan de ser una mezquindad.
Los dignatarios integrantes de tal fundación tendrían la oportunidad práctica de retribuir un poco económicamente a los muchos beneficios que en este orden han recibido de nuestro folclor.
Las dos fundaciones se pondrían de acuerdo para mantener dignamente ese santuario lírico, jardines florecidos y musicalidad telúrica de nuestras dos provincias.
Ahora bien, ¿cuál podría ser la etiología de nuestro amado folclor? Nosotros tenemos expertos en esta materia, que yo no lo soy, menciono solo tres: Tomás Dario Gutiérrez, Ricardo Gutiérrez y Julio Oñate Martinez. Sin embargo, sobre ello puedo decir alguna cosa, según mi comprensión de ese fenómeno cultural. El espíritu humano es la causa de los ideales que los hombres abrigamos y que se concretan de diversas maneras en el mundo, siempre elevándose hacia categorías superiores de pensamientos y acciones, hasta realizarse en un momento determinado de la historia, para luego reemprender el vuelo, casi siempre más alto.
El espíritu se objetiva en la naturaleza, en el arte, en las ciencias, en la filosofía, en el derecho, en la religión– en este caso es Santo–, en el folclor. Creo que es lo que ha ocurrido en el caso del folclor vallenato.
Este lo podemos identificar como un sentimiento que canta a la naturaleza, al amor de un hombre por una mujer determinada y a los amigos, expresado con un lenguaje poético, a través de los aires musicales, merengue, son, paseo, piqueria y puya, acompañado por la caja, guacharaca y acordeón.
Infortunadamente, ya poco con la guitarra. Si bien es cierto en un principio el sentimiento es individual, luego se populariza y se conforma colectivamente, caracterizando las provincias rememoradas antes, sustanciales a los departamentos de La Guajira y el Cesar.
Pero bueno, ¿de dónde le viene a Iván Villazón su vertiente musical? A grandes rasgos yo diría que se precipita cantarina de la siguiente manera: la tradición cuenta que su abuela, Ana Maria de Armas Pumarejo, cantaba muy bien y era una virtuosa del piano; su pariente, Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, fue un trovador sublime; su madre Clara, solía entonar los inolvidables y arrulladores boleros que por aires nos llegaban de las Antillas iberoamericanas.
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Y su padre Crispin, orador eximio, quien resonaba su elocuencia, que es una forma de cantar, en los comités estudiantiles, en las ágoras políticas, en los areópagos legislativos, con gran admiración de los participantes.
Oyendo cantar a Iván uno puede recordar emocionado, las palabras vibrantes saliendo de la garganta de oro de los discursos encendidos por la libertad de su ilustre padre.
POR RODRIGO LÓPEZ BARROS/ESPECIAL PARA EL PILÓN.