Fausto Cotes N.
El entusiasmo y el realismo son dos temas relevantes en la vida y desarrollo de las personas y de las sociedades, aunque a menudo se presentan como contrarios, pero que en el fondo son complementarios en alguna forma o dirección.
El entusiasmo es emoción, es pasión, es optimismo, donde las metas son realizables en la imaginación, con rapidez impresionante muchas veces, donde los obstáculos no aparecen por parte alguna bajo el objetivo propuesto. Por otro lado, el realismo implica una evaluación objetiva y planificada de los hechos, teniendo en cuenta limitaciones y restricciones.
El entusiasmo es el impulso en la vida de las personas, donde la energía aflora por todas partes y nuestros sueños y metas reciben la motivación propicia para que sean alcanzables.
Es la gasolina para el motor que nos lleva a avanzar, a tomar riesgos y a enfrentar desafíos con osadía impresionante y que contagia inspirando a otros a unirse a nuestras causas y esfuerzos. En resumen, el entusiasmo nos llena de vitalidad y nos hace sentir vivos.
Por otro lado, el realismo es una cualidad esencial para la toma de decisiones, que con una buena información se hacen efectivas, en especial, cuando la evaluación de nuestras circunstancias es honesta, teniendo en cuenta las limitaciones y restricciones que enfrentamos.
Es el milagro el que ayuda a formar al creyente, aunque muchas veces la fe no le acompañe.
El realismo nos ayuda a evitar caer en la trampa de la ilusión y la negatividad, permitiéndonos abordar los desafíos de manera más efectiva. Además, el realismo nos ayuda a establecer expectativas razonables y a planificar de manera adecuada.
A primera vista, el entusiasmo y el realismo pueden parecer contradictorios. El entusiasmo puede llevar a la toma de decisiones impulsivas sin tener en cuenta las consecuencias a largo plazo, mientras que el realismo puede frenar la emoción y limitar nuestras ambiciones. Sin embargo, en realidad, estos dos conceptos pueden coexistir de manera correlacionada y potenciarse mutuamente.
Para comprender cómo el entusiasmo y el realismo pueden complementarse, yo, por ejemplo, he imaginado convertirme en un escritor que pueda ser leído con agrado y el entusiasmo me lleva a escribir con pasión y dedicación. Sin embargo, el realismo me hace consciente de que el camino hacia el logro buscado en lo que escribo, puede ser largo y desafiante, y así como realista me doy cuenta de que no todos los escritos serán de acogida instantánea y que enfrentarán rechazos en el camino, y esto es lo que me impulsa a mejorar las habilidades y persistir en la búsqueda del fin.
Por tal motivo he considerado que el equilibrio entre el entusiasmo y el realismo es esencial para alcanzar el objetivo o el éxito en cualquier actividad de la vida.
El entusiasmo nos da la fuerza para comenzar y la pasión para continuar, mientras que el realismo nos proporciona la sabiduría para tomar decisiones informadas y sostenibles
El realismo es incorporar la vida en las manifestaciones de la inteligencia para sopesar los hechos y no limitarse a aceptarlos por la sabiduría de la ciencia, considerando antes lo que se tiene y lo que se quiere para no tropezarnos con la infelicidad.
Cuando no se tiene claridad sobre la realidad entonces aparece la infelicidad y renace el pesimismo, decae el espíritu y la mente se atrofia; es por ello que el entusiasmo y la realidad muchas veces se acompañan.
La ley no premia a los ladrones por el pecado cometido, sino cuando el arrepentimiento existe y la colaboración asoma para resarcir el daño causado. Un soñador vive por mucho tiempo; un realista, en este mundo moderno e indiferente, vive por cada día que muere.
Debemos tener una idea aproximada de lo que somos sabiendo mantener los pies sobre la tierra; hay que pretender lo que en realidad se pueda lograr; yo, en mi caso, siempre trato de estar en el lugar que me corresponde.
Aún con mucho entusiasmo que se nos manifieste, si tenemos dos dedos de conciencia, nos damos cuenta con facilidad que el realismo en las diferentes actividades de la vida como en lo político, por ejemplo, nos induce a aceptar las cosas como son, no como queramos que sean para nuestras emociones fantásticas; en lo social nos permite aceptar las jerarquías en el orden de la planeación; en lo religioso nos permite considerar que todas las doctrinas conducen a un Dios donde está representado el bien y en lo económico nos permite aceptar el poder del dinero como influyente, más no como determinante; el resto de consideraciones que imaginemos es puro entusiasmo.