Escribí una columna con el mismo nombre para El Pilón, de Valledupar, sin haber concluido una investigación que hoy me lleva a reafirmar el mensaje del título. A quienes conocen Valledupar, su legendaria hospitalidad y las parrandas inmortalizadas por Gabo y por nuestras canciones vallenatas, no les es ajeno que la llamada Capital Mundial del Vallenato encierra una magia particular que la ha convertido en uno de los destinos preferidos de los turistas del interior, en los últimos años y no solamente en los cuatro días del famoso Festival Vallenato.
Así uno no sepa qué es eso del encanto o la economía naranja, quien ha gozado de las aguas frías del río Guatapurí, de una arepa de queso, de una parranda infinita -se sabe cuándo comienza, pero no cuando termina-, del majestuoso espectáculo de ver las nieves perpetuas de la Sierra Nevada (que desde Santa Marta nunca se ven), de ver un niño con un acordeón más grande que él, que lo interpreta como todo un rey, o de disfrutar de una tarde de visita debajo de un palo e’ mango en uno de los tantos famosos patios —ya son pocos por culpa de la urbanización— de la ciudad, hablando y hablando, recordando il dolce far niente mediterráneo, sabe cuál es el encanto de Valledupar. ¿Pero qué tanto se ha beneficiado la ciudad de sus encantos? ¿Eso le ha generado desarrollo, generación de empleo? ¿O es solamente el festival, mejor dicho, la Fundación del Festival Vallenato la que se ha beneficiado?
Hay unos datos que impactan y demuestran cómo la música vallenata y lo vallenato han comenzado a irrigar dinero en la economía de la ciudad. La música vallenata ha generado desde el nacimiento del departamento un impacto positivo, hasta el punto de que Álvaro Cepeda Samudio dijo que el “Cesar era un departamento creado a golpes de acordeón”.
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Desde el primer Festival Vallenato se han dado una serie de tejidos sociales que han influido en el desarrollo económico, social y cultural de una población que ha visto en ella una forma de expresarse y darse a conocer. Esos tejidos han fortalecido y consolidado la cultura vallenata, contribuyendo de forma efectiva al desarrollo económico y social de Valledupar.
Es importante resaltar que la primera vez que se hizo una medición del impacto económico del festival en la ciudad fue en el 2005. En ese año, el gobernador de la época dio unas declaraciones a algunos medios de comunicación, y decía: “Los resultados del estudio señalan que gracias al Festival Vallenato 2005, se logró una movilización de recursos por 7.000 millones de pesos y se crearon 5.941 empleos; además, se reportó el ingreso a Valledupar de 16.496 turistas nacionales e internacionales”.
Según José Luis Urón, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Valledupar, al esbozar el panorama de lo que fue el impacto económico de la edición n.° 50 del Festival en 2017, lo catalogó de “importante no solo para la capital del Cesar, sino para el departamento en general”. Según datos entregados por el ejecutivo, alrededor de 150.000 visitantes ingresaron a la ciudad. De estos, 10.790 lo hicieron por vía aérea en 83 vuelos, cifra que se incrementó en un 115 por ciento, aproximadamente. En la ciudad hay, normalmente, seis vuelos diarios de tres aerolíneas.
Así mismo, 2.450 vehículos arribaron por la terminal de transportes, con 31.350 pasajeros. Aproximadamente 30.250 vehículos particulares visitaron la ciudad, en los cuales se movilizaron 115.000 pasajeros.
“Es importante resaltar que se mueven más de 300.000 millones de pesos en el marco del Festival Vallenato”, indicó. No obstante, “la informalidad se lleva la mayor parte de estos recursos”.
Estaríamos hablando de un crecimiento en 12 años que supera el 300 por ciento, lo cual nos demuestra el crecimiento exponencial que ha tenido el festival y su incidencia en la economía local. En la época de la primera medición hubo sectores a los cuales no fue fácil medir, tal como ocurrió con la investigación de la Cámara de Comercio de Valledupar el año pasado.
Si vemos que la capital del Cesar es hoy una ciudad con no menos de 450.000 habitantes y que el departamento tiene alrededor de 1’100.000 habitantes, observamos el peso demográfico y económico de la ciudad en la región, que hoy es el epicentro de un territorio que abarca municipios del norte y centro del Cesar, del sur de La Guajira y del costado suroccidental del Magdalena, en un área que impacta a no menos de 1’500.000 personas.
¿Por qué Valledupar no ha crecido más? ¿Qué le hace falta? La ciudad lleva años extraviada buscando un norte económico, y, la verdad sea dicha, ninguno de los últimos alcaldes ha entendido cuál es el epicentro de la economía regional. La ciudad ha crecido por inercia, al ser el epicentro de la región mencionada. Su buena oferta de servicios públicos y la cercanía con las minas de carbón del centro del Cesar y de La Guajira han hecho que muchos busquen allí dónde vivir o ubicar sedes de empresas de bienes y servicios que atienden la población laboral de las minas, que pueden estar alrededor de no menos de 25.000 trabajadores. Eso ha hecho que crezca la presencia de EPS y de, obviamente, los prestadores de salud necesarios para el sistema. Y eso ha sido también el gran motor del crecimiento del comercio local que justifica la aparición de cuatro grandes centros comerciales.
En la última Conferencia del Cambio Climático, realizada en Bonn (Alemania) en noviembre pasado, se firmó el compromiso de dejar de utilizar carbón entre 2025 y 2030. El Cesar y La Guajira están enfrentados a la realidad del menor consumo del carbón en el mundo. Dicho compromiso lo firmaron 19 países, incluidos el Reino Unido y Canadá. Eso les plantea un reto enorme a Valledupar y el Cesar. Colombia es el quinto exportador mundial de carbón, y nuestra región ha estado dependiendo no solo de las regalías, sino que se da el caso de la capital del Cesar, que ha visto unos beneficios que no podemos denominar marginales y han permitido el crecimiento demográfico y económico de la ciudad.
La actual administración de la ciudad creó un equipo de desarrollo económico, que no ha producido un solo hecho notorio, y una agencia de desarrollo, Pro Valledupar, que aún no ha definido qué es y para dónde va.
Es increíble que en Valledupar hay alrededor de 40 estudios de grabación, cuatro de talla internacional, según los especialistas. En la ciudad viven no menos de 160 artistas, que son la base de los conjuntos vallenatos más importantes de la actualidad. Además, tenemos cuatro escuelas de música, creadas y dirigidas por verdaderos baluartes de la música como ‘El Turco’ Gil y ‘El Tribi’ de La Sabrosasa, entre otros. En Valledupar existe el único museo del acordeón de Colombia, uno de los dos de América, y hay menos de diez en el mundo. Es una iniciativa de ‘Beto’ Murgas que hay que apoyar.
Según un artículo de Portafolio, 24 de los 50 autores socios de Sayco con mayores ingresos por concepto de regalías redistribuidas por esta agremiación son compositores de música vallenata. Entre estos autores se encuentran el maestro Emiliano Zuleta Baquero (q. e. p. d.), Omar Geles, Wilfran Castillo, Juan Manuel Pérez y Jorge Celedón. El vallenato produce millones de pesos al año, y no lo hemos cuantificado.
Me atreví a afirmar que Valledupar debe emular a Memphis, la ciudad natal y donde está enterrado Elvis Presley, la gloria de la música rock de Estados Unidos. Memphis convirtió el culto a la memoria de Elvis en un negocio para la ciudad. Nuestro Elvis es Diomedes Díaz, que no nació aquí, pero vivió, se hizo grande y murió aquí. A través de una observación empírica se ha podido recoger la información de por lo menos unos 30 visitantes por semana a la tumba de Diomedes, en baja temporada. Y hoy es lugar obligado para una foto la escultura del Cacique de La Junta, instalada por el alcalde actual.
Valledupar revivió el disfrutar de sus callejones históricos con el Festival de la Quinta, que nos demostró que hay muchas más posibilidades, por fuera de la agenda del Festival Vallenato, para atraer turistas y motivar a nuestros ciudadanos a apropiarse la ciudad. Todo lo que pasó en una tarde y una noche en el Festival de la Quinta es la clara demostración del potencial naranja de nuestra urbe. Gastronomía, artesanías, música, teatro, el disfrutar el atardecer, la noche, el compartir con otros, pura economía naranja en toda su extensión.
Todo lo anterior para decir que Valledupar debe constituirse en el primer distrito naranja del país, con unos estímulos especiales para la consolidación de un verdadero ‘clúster de la música vallenata’. Y digo un verdadero clúster porque hoy existe una ONG con dicho nombre que se ha beneficiado de la emergencia decretada por la Unesco al decir que el vallenato, en 2014, fue incluido en la ‘Lista de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad en necesidad de salvaguarda urgente’, que, más que hacernos un favor, nos obliga a pensar en estrategias para la preservación del folclor vallenato.
Me da mucha pena con mis amigos Estela Durán y Carlos Llanos, pero un verdadero clúster es una iniciativa de carácter empresarial que debe incluir a todos los actores, y eso comienza por darle el lugar que se merece a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata. Más allá de la discusión acerca del predio del parque y si la fundación paga o no impuestos en los días del festival, la verdad es que en un clúster deberían estar artistas, estudios de grabación, escuelas, Gobernación del Cesar, Alcaldía de Valledupar y, obviamente, la fundación. Es mi humilde opinión.
La ciudad no puede vivir del pico que significan los cuatro días del festival sin una estrategia para todo el año, alrededor de nuestro folclor. Por eso es importante la iniciativa del clúster. Y por eso es importante que Comfacesar, nuestra caja de compensación, haya inaugurado un Centro de Eventos y Congresos. Mucha falta estaba haciendo. Por ello es importante resaltar la labor de todos nuestros artistas. ¿Cuántas salas privadas de teatro hay en el Caribe? Valledupar tiene una hace tres años, Maderos Teatro.
Valledupar debe ser el primer distrito naranja del país. Es la forma como todos los que se han gozado y beneficiado de nuestro folclor nos pueden devolver algo para crecer y desarrollarnos. La ciudad tuvo el año pasado uno de los índices de desempleo más altos. En 20 años no se ha creado una sola empresa del sector productivo real. ¡Distrito naranja, YA!
Por: Nicola Stornelli García