Los mercados cambian constantemente y aquello que fue tendencia entre los consumidores en un momento de la historia, queda enterrado por las multiformes preferencias del presente, olvidado en el ayer. El marketing influenciador hace su trabajo, encauzando la “libertad de elección” de los potenciales consumidores hacia un fin esperado.
Indudablemente en materia de conocimiento, ciencia y técnica estamos bien. Ya hemos descubierto las increíbles y surrealistas formas de explotar todo el conocimiento que hemos acaparado y transmitido por siglos y siglos. Y todavía seguimos explorando los confines de la tierra y del universo en busca de más y más leyes que describan mejor el comportamiento del “todo”.
Se han estudiado las profundidades del ser. Conocemos sus potencialidades pero también sus vulnerabilidades. La anatomía del pensamiento es develada. Y todo eso lo aprovechamos para direccionar su productividad, de manera que genere mejores ganancias para el sistema.
La cultura de la inmediatez hace su parte. Algunos caen presa fácil de la extorsión emocional en el trabajo y en los negocios, que los lleva a creer que, dando más de su tiempo, con mucho mayor esfuerzo, obtendrán mejores beneficios económicos o de otra índole. Y puede que sea así, que haya un bono de productividad, pero esto tendrá reacciones emocionales negativas en el futuro. Cada día podrás quedar aislado en algún grado y con poca resiliencia para soportar las potenciales y agrestes situaciones de soledad.
En ese aislamiento el ser queda expuesto a la emocionalidad digital, carente de sensatez, contenido y profundidad. Nunca antes hemos sido tan libres ni con tanta capacidad de elección que elegimos ser esclavos digitales. Existe una oferta de medios esclavizantes para elegir en absoluta libertad. La meta del establishment es mantenerte entretenido en diferentes productos digitales, en un chorro incesante de dopamina, todas compitiendo por tu atención, por tu capacidad de concentración, por tu capacidad de soñar una realidad diferente para tu vida y las de tus seres queridos.
Las redes sociales pululan. Las personas pueden tener varias de forma simultánea. Se estima que en la actualidad hay más de 4.700 millones de cuentas de redes sociales, un número importante considerando una población mundial en más de 8 mil millones de habitantes y el hecho que muchas personas viven en pobreza monetaria y en extrema pobreza, con lo cual no cuentan con el acceso a la tecnología en calidad, cantidad y continuidad.
Pero, no se trata de tener más redes sociales sino de interactuar con seres humanos en sus múltiples facetas emocionales, no solo en momentos de alegría y exagerado triunfalismo, sino también en los momentos pésimos y repugnantes de la persona. En estos últimos, nos alejamos de ellos antes que interactuar con sus múltiples estados emocionales negativos, aislándonos y gratificándonos en la cultura de la digitalidad.
En este sentido, los productos digitales no deben alejarse diametralmente de la humanidad, ni nosotros artificializarnos tanto en ellos. Es decir, por un lado está todo el universo inmaterial de la internet y todo lo que ella potencia; y por el otro se encuentran los elementos reales del mundo exterior. Imposible que el primero sustituya al segundo.
Prueba de lo anterior podrían ser el metaverso y los tokens no fungibles o NFT por sus siglas en inglés. No obstante, el metaverso ni los NFT no lograron (al menos por ahora y tendrán que reinventarse) llenar ni acaparar la atención de los consumidores globales. No le encontraron atractivo alguno.
Si bien tuvo gran despliegue publicitario en redes sociales y medios de comunicación, no cautivó al amplio espectro de ‘clientes potenciales’.
Colombia hizo lo posible. Incluso protagonizó un hecho histórico al realizar la primera audiencia empleando toda la tecnología del metaverso. Mediante avatares todas las partes se dieron cita en una audiencia judicial en el Tribunal Administrativo del Magdalena. Valerosa esta iniciativa por Colombia, pero no sabemos si siga reproduciéndose en el territorio.
La digitalidad no llena el vacío existencial ni la necesidad de interacción social. En Japón Shoji Morimoto cobra más de 70 dólares por ser compañía humana, pudiendo ganar hasta US 60.000 dólares al año. Lo anterior muestra que los productos digitales no lo son todo.
Lo que se ha denominado hot bedding o técnica de alquilar la mitad de la cama a personas necesitadas del roce humano permite ganar a Monique Jeremiah, en Queensland, Australia, más de US 600 dólares por noche, estimándose en más de US 6000 dólares de ganancia por año.
Mientras busquemos en los productos digitales lo que no existe, otros encontrarán la forma de vender el contacto físico como estrategia ‘innovadora’ de coadyuvar al ser humano en su vacía emocionalidad. ¡Y aquí las tenemos! Iniciativas de emprendimiento para el futuro: un apretón de manos, un abrazo, una frase motivadora susurrada al oído con decoro y respeto…
Por Erlin David Carpio Vega.