Llegan a los municipios, serenamente instalan esa bandera en un parque o en la entrada del pueblo para recordarnos que aún existen o de pronto para notificarnos que están reorganizados y más fuertes que antes, ese distintivo también representa épocas de violencia que dejaron heridas muy profundas en el Cesar y dividieron un departamento que abrazaba el desarrollo y de la noche a la mañana lo obligaron abandonar el rumbo del progreso.
El ELN apareció esta semana en Curumaní y en Pueblo Bello; en Pelaya fueron mucho más evidentes, llegaron en camionetas y motos, se pasearon por las calles uniformados con metralletas y sus insignias soltando unos globos, con todo su historial afortunadamente fueron globos lo que llevaron y no plomo contra la población.
Las imágenes de esta semana tomadas en el centro y norte del Cesar indican que el ELN está replegado en el departamento, una situación que debe ser atendida con prontitud por el Gobierno Nacional, el monopolio de las armas debe estar en cabeza del Estado como lo consagra la Constitución, la caminata de un grupo fuertemente armado por las tranquilas calles de un pueblo no puede generar más que temor no solo al pueblo mismo, al país entero, eso nos revuelve la mente al recordar el reclutamiento de menores, extorsión, secuestro, asesinatos, masacres, armas de destrucción indiscriminadas conocidas como quiebrapatas o antipersona y también nos viene a la cabeza las tomas de cabeceras municipales.
Todo esto no solo debe prender las alarmas, es necesario la acción de autoridades de todo nivel para estar atentos a los pasos de estos grupos tanto de sus estructuras armadas como de sus milicias que pueden estar nuevamente monitoreando los movimientos de los ciudadanos para dar un golpe doloroso como el ocurrido aquel 7 de enero de 1997 en el municipio de La Paz, ese día casi a las cinco de la tarde un trooper llegó a la Alcaldía municipal con varios hombres armados hasta los dientes, mataron al vigilante y violentamente entraron al despacho del Alcalde, allí lo encontraron indefenso y con esa furia incompresible le disparan dejando su cuerpo en el suelo, como en el suelo quedó la esperanza de todo un pueblo al que le mataron a un hijo muy querido y valiente, mataron a Hernán Morón Araujo.
Estamos hablando de una época terrible para el Cesar, como varias de las que ha vivido igual a la penetración paramilitar; ambos grupos le hicieron mucho daño a esta región y por eso cualquier señal que los invoque nos hace temblar hasta la médula, no podemos llegar al punto de repetir periodos en que los Alcaldes terminaron aislados de sus municipios, por las amenazas muchos tuvieron que “huir” y atender desde otros lugares o de lo contrario corrían la suerte de Hernán Morón.
Pero esto también se combate con pronunciamientos desde todos los niveles que muestre una sociedad unida contra la violencia, no sólo un comunicado de un secretario de gobierno, es necesario escuchar la voz de todos los alcaldes, de los parlamentarios que permanecen en Bogotá y se sientan transmitiendo el miedo que vuelve asomar por acá, en especial Imelda Daza quien vivió en carne propia la persecución armada obligándola a salir de Colombia y ahora como congresista lleva el discurso del cambio, pero ese cambio implica reprochar la violencia y la intimidación sin importar quien la ejerce, sin importar ideologías.
Carlos Andrés Añez Maestre