Cuando mi señora muy temprano me dijo: “se murió Alfonso Araujo” sentí como un
latigazo muy fuerte en el alma, que duele más que en la espalda y quedé frio, impávido y
lloré “porque los hombres, como las mujeres también lloramos, porque tenemos débil
como ellas el alma” como dijo alguien en una bella poesía que declamábamos mucho en
bachillerato. Voy a escribir sobre él, a quien conocí desde muy niño cuando en 1952 llegó
a Villanueva a desempeñar el cargo de Juez Promiscuo Municipal y acudió a su antiguo
profesor, mi papá, el señor Aponte como con mucho cariño y respeto lo llamaba y los
primeros días de su estadía en mi pueblo fue en mi casa ahí lo conocí y comencé a conocer
su grandeza; al año siguiente me mandaron al Loperena y en cuarto y quinto de bachillerato nuevamente lo traté como su alumno, ya que fue nuestro profesor de filosofía, materia que dominaba y era “muy profundo en sus enseñanzas” pues además de ser abogado era licenciado en filosofía.
En 1957 arranqué para Bogotá, ya él había incursionado en política e ingresó a ella como
actor principal siempre, siendo diputado en el antiguo Magdalena y al lado de Alfonso
López Michelsen, creador de Movimiento Revolucionario Liberal; López fue nuestro primer gobernador y posteriormente presidente de Colombia y como era lógico Alfonso Araujo fue el hombre fuerte de esa administración en este departamento donde lo designó gobernador, dignidad que ostentó dos veces dejando profundas huellas y recuerdos en todos los rincones del Cesar pero su gran labor en toda Colombia fue cuando dirigió el Instituto de Fomento Municipal ‘INSFOPAL’ donde adelantó la gran revolución del agua potable, acueductos, alcantarillados y mataderos, no hubo un sitio por muy lejano que fuera en este departamento y en La Guajira especialmente, a donde él no llegara con su mano transformadora; con José Antonio Murgas fueron los creadores de este ente departamental en 1968; después pasó a la diplomacia, pero antes se paseó con éxito por el poder legislativo donde fue concejal, diputado, representante y senador e intervino en cuanto proyecto importante hubiera de esta región. La bella y dulce Leonor jugó un papel decisivo en sus triunfos que fueron muchos pero también en sus derrotas, que fueron pocas pero muy duras, especialmente cuando en su natal La Paz lo vencieron y eso no lo olvidó jamás y dio motivo para que en alguna oportunidad me dijera “que uno era de donde más lo querían y no de donde había nacido”, que él quería a La Paz, pero a Manaure lo llevaba en el corazón parodiando al inolvidable manaurero ‘Ponchito’ Cotes al referirse a Villanueva.
Son tantas las cosas que hay que decir sobre la grandeza de Alfonso Araujo Cotes que lo
voy a resumir en esta breve frase: como Alfonso Araujo Cotes el Cesar no tendrá otro
dirigente. Ahora si, después de muerto, señores diputados y señor gobernador manos a la obra para que un busto de él sea erigido en la plazoleta de la Gobernación al lado de
López Michelsen, Pedro Castro y Galán, ya que en vida no lo pudimos conseguir y él tener
la satisfacción de ver esa realidad.
A nombre de Villanueva, mi pueblo, en donde su mano se hizo sentir reformando su acueducto y que 40 años después no le han vuelto a poner la mano, doctor Araujo Cotes le doy las gracias por la deferencia que siempre tuvo por mi tierra.
Bueno llegó el Festival aquí no hay tiempo para más nada, así que afinen la garganta,
cuiden el hígado y el estómago porque de aquí en adelante lo que hay es ron, comida,
fiesta, mujeres y diversión con el acordeón, la caja y la guacharaca como protagonistas en
esta fiesta que en materia de vallenato es la mejor del mundo.
Por José M. Aponte M.