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El disgusto de Shakira con Zuleta

En el año 2006 se realizó en Barranquilla un gran concierto musical que convocó lo más encumbrado de nuestra farándula. Shakira y los hermanos Zuleta estaban presente, entre otros. Esa noche el pueblo deliró de emoción vallenata cuando Poncho cantó ‘La gota fría’ en dúo con Shakira.

Después del concierto del Estadio Romelio Martínez, los artistas se vinieron a rematar el evento en el hotel del Prado donde estaban hospedados y allí en los jardines del hotel se armó una fenomenal parranda de los Zuleta con Antonio de la Rúa, el esposo de la luminaria barranquillera, quien con inusitado entusiasmo le pedía a Poncho uno y otro canto de sus preferidos.

Antes de clarear el día, la estrella se retiró y quedó De la Rúa ensobacado con Zuleta, quien más tarde lo convenció de venirse para Valledupar para atenderlo con todos los perendengues y ofrecerle lo más exquisito del catálogo sagrariano.

De la Rúa estaba emocionado y Zuleta ya lo había puesto hasta de compadre. A las nueve de la mañana lista para viajar al cono sur del continente, bajó Shakira junto con el manager de la empresa. Esta gente viajaba en tres Learjeet, uno para ella, su esposo y el manager, otro para los muchachos de la banda y otro para el sofisticado sonido. Muy contrariada Shakira increpó a Zuleta por la negativa de su marido a marcharse de allí diciéndole en tono bastante agrio: “¿Y entonces Poncho, me quieres quitar a Antonio?”. Y Zuleta muy conciliador le respondió: “Shaki, Shaki, mi amor, cómo se te ocurre, na’ ma’ quiero que me lo prestei’ un rato que le estoy enseñando los ‘secretos’ del buen parrandero”.

Malhumorada se fue para el aeropuerto y el compadre Toño se quedó con el manager quien le comentaba a Tomás Alfonso que era un viaje muy largo y debían proseguir según el plan de vuelo. Este caballero le explicó la forma cómo se trasladaban de un continente a otro. Interrogándolo respecto a la forma de viajar con el grupo, sin temblarle el pulso, Zule le comentó: “Nosotros tenemos un avión para desplazarnos mi hermano Emiliano y yo, es un avión pequeño sólo para los dos y los pilotos, los de la agrupación viajan en Thermo King”.

“Supongo que es un monomotor”, interrogó el fulano; “claro que sí, un monomotor, algún Cessna”, insistió el tipo; “por supuesto”, le respondió Zuleta; “un Cessna, ¿y qué autonomía tiene?”, volvió el cliente a la carga, y ahí sí se despachó Tomás: “Yo  tengo una gran autonomía con mi avión, yo le ordeno al piloto la hora de salida y si queremos parar en el camino lo hacemos, yo pago la tanqueada del aparato y si quiero llevar una caja de whisky para el viaje la llevamos, no tenemos restricciones y a veces el piloto me suelta el timón y hago mis pirueticas. Realmente tengo una gran autonomía en el avión, mi hermano casi no se mete en eso”.

El manager no entendía muy bien aquello de la autonomía y en esos momentos, diez de la mañana, un estridente cornetazo parecido al de un buque estremeció el hotel, y apareció sonriendo y presuroso Joaco Guillén, diciendo: “Oye Zuleta, ahí en la puerta ya está el Costa line listo, acuérdate que son casi catorce horas de aquí a Chigorodó, allá en Antioquía y no podemos fallar; Emilianito ya está encaramado en el bus y que te apurei’”.

El manager se dio cuenta del armatoste que estaba parqueado y disimuladamente cogió a su ‘Toño’ de la Rúa y se pisó para el aeropuerto, y ahí va Poncho contra Joaco: “Oye  pájaro de mal agüero, siempre tú metiendo la pata, me echaste a perder un negocio que tenía para la Argentina. No  eres más imprudente por falta de vitamina”.

Ese día el avión no llegó y ni modo, Zuleta pal thermo King.

Por Julio C. Oñate Martínez

Categories: Crónica
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