Luego del discurso inclusivo de Francia Márquez, donde se habla de todos, todas y todes, muchos amanecieron indignados por el maltrato al santo y bendecido Castellano, con vergüenza ajena, por aquello que lleguen a pensar los habitantes de la madre patria “súbditos de la familia Borbón” al escuchar frases como “mayores y mayoras” la primera que vocifero su malestar fue la senadora del anacronismo “no confió en la ONU porque ahí está la Unión Soviética” entre muchos colombianos amantes del idioma de Cervantes, quienes han utilizado las redes sociales para protestar por este mal uso del idioma, muchos con elegancia y mística, otros con insultos, discriminación y en ocasiones con una ortografía repudiable.
Ignoran todos, todas y todes que el lenguaje es una construcción social, cultural e histórica, que se lega de generación en generación y que, en ese viaje muchas de sus palabras mueren ahogadas en ese océano profundo cargado de simbolismo, mientras otras nacen en el seno de los nuevos sistemas culturales.
El ser humano como ser social, siente la necesidad de relacionarse con otro y de identificar con símbolos universales (para la comunidad) el mundo que los rodea, es de esta manera como construye el idioma, la mayoría de las lenguas principales, son el resultado de constructos culturales nacidos en el contexto histórico del patriarcado, es decir bajo un sistema cultura que a la luz del diccionario Asilo, es el que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como ‘femenino’, con respecto a los varones y lo ‘masculino’, creando así una situación de desigualdad estructural basada en la pertenencia a determinado ‘sexo biológico.
Es así como luego de la mezcla entre la lengua romana, germánica, árabe y las lenguas pre-románicas de la península ibérica, verbigracia el vascuence, nace el idioma castellano, todo con la intención de universalizar conceptos de manera simbólica y que permitiera una forma de comunicarse universal; pero todo esto viene preconcebido en el seno del patriarcado romano y árabe, donde el hombre es el centro de la sociedad, es así como encontramos expresiones que simbolizan el todo de la humanidad, desconociendo e invisibilizando a la mujer “El hombre que habitó estas tierras” la expresión encierra masculino y femenino.
La mujer que fue relegada a los oficios domésticos y a la labor de cuidado (crianza de la prole) hoy se levanta, y reclama espacios de visibilización y en su propósito encuentra el idioma como una de las tantas barreras que se niegan a reconocer el nuevo rol que debe asumir la mujer en la sociedad, ni que hablar del continuo de identificaciones de género que se salen del constructo social del binomio (Hombre – mujer), por tanto debe deconstruir el idioma, para simbolizar la realidad de una manera incluyente y así universalizar el simbolismo idiomático, pero reconociendo la diferencia.
Es esto precisamente lo que hace Francia Marquez en su discurso, incluir a los excluidos y excluidas, darle voz a los enmudecidos y enmudecidas, mostrar a los invisibilizados e invisibilizadas, a los que ella llama los nadies y las nadias. Apelar a la Real Academia de la Lengua como juez en un proceso de deconstrucción idiomática como mecanismo de reivindicación de esos, “ellos, ellas y elles” que fueron ocultados a la fuerza por el patriarcado, no es válido y raya en lo absurdo, el mero hecho de citarlos es muestra de la ceguera que el idioma proyecta en las ideas de la humanidad que impide ver la realidad evidente y que por ello se hace necesario este tipo de discursos para volver costumbre la dignificación de los que han sido condenados a la penumbra idiomática y social.
No en vano los jueces de la república en sinnúmero de sentencias han conminado a los servidores públicos y agentes privados prestadores de servicios públicos, por dar un ejemplo escribir en el diploma “abogada, ingeniera, contadora etc.”, por ser un derecho al género excluido de existir en las nominaciones de las profesiones o por ejemplo el género no binario en la cedula, todo esto porque hoy la sociedad entiende que el hombre no es el centro de la sociedad, sino una parte de un gran todo y que dentro de la dicotomía hombre mujer existe un continuo de géneros auto determinados y auto aceptados, que deben ser visibilizados y respetados por la ley y las culturas, pues hacen parte del constructo humano.
Por todo esto aplaudo a Francia Marquez en su labor de hacer visibles a las mujeres, a los no binarios, a las comunidades afro, a los indígenas y a todos y los nadies y nadias que existen en la oscuridad idiomática y social que se levanta como un muro que debemos derribar para poder observar con nitidez la realidad.