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El dinero

El dinero es un medio de transacción comercial que nos permite intercambiar el costo de las necesidades básicas y vanidosas de acuerdo con las ventajas absolutas que hayamos de poseer con respecto a otros en forma recíproca. Es un medio de compra y pago. 

Siempre y cuando sea posible, es necesario gastar menos de lo que se produce; aun en los casos de abundancia se debe gastar con mesura y respeto con el trabajo realizado, no confundiendo la frugalidad con la mezquindad y la avaricia. Hay que consumir todo lo que nos haga feliz sin resaltar apariencias indebidas.

Cuando el dinero se adquiere a través del trabajo eficiente y calificado nos permite disfrutar de muchas más cosas o actividades de las usuales; como compensación a esa calidad y esmero logrado, un mayor valor se manifestará de inmediato. Un trabajo hecho con calidad y eficiencia será siempre bien remunerado y las plusvalías se darán sin exigencias para quienes lo realizan, y estas serán tasadas por la satisfacción del mismo medio.

Pero hay que cuidarlo sin escudarse en la mezquindad, porque nuestras fuerzas físicas y mentales que son los alicientes para su producción van mermando día a día y la capacidad de adquisición disminuye y he aquí la importancia de las reinversiones que den lugar permanente a la creación de más medios para reproducirlo en busca de las estabilidades económicas, fundamentales para salvaguardar la vida a través del trabajo continuo.

La adquisición y forma de lograr el dinero es tan importante desde el punto de vista económico, pero que no sirve de nada si a través del mismo, no existe un propósito social y mucho menos cuando se consigue con base en lo ilegal y más aún cuando se golpea la dignidad del medio.

Algunos filósofos acentúan que no vale la pena tenerlo en gran cantidad cuando siendo escaso para las mayorías no existan los intereses sociales y el desprendimiento para la formación de una sociedad más equitativa, en especial para poder suplir las necesidades básicas traducidas en pobreza total y miseria humana, que es la peor de las enfermedades universales.

Tampoco vale la pena tenerlo cuando se es adquirido en forma de la ilegalidad y el maltrato para con una sociedad que cada día requiere del concurso de la beneficencia general y del apoyo mutuo.

No se puede renegar de él cuando se ha logrado en forma equilibrada, sin dejar de entender de su beneficio.

Cuando se recurre a la ilegalidad, las insatisfacciones son continuas y la avaricia aparece en cada momento, y pronto se desequilibran las mentes con poca formación moral y la infelicidad aparece por todas partes. El dinero mal habido es la causa de las desgracias sociales y constituyen un tropiezo para el futuro de la humanidad.

El infeliz a causa del dinero sin sacrificios es reconocido fácilmente, pues siempre anda en movimientos incontrolables, demostrando su ego desmedido y sus pasiones desaforadas que se traducen en supuestos golpes de gracia para el medio que le rodea, no dándose cuenta que está generando su propio desprecio y antipatía social. El mejor juez, es el entorno social en que se vive, que, aunque calla con mucha frecuencia, nunca valida las actuaciones ilegales que solo se dan en los falsos poseedores de las riquezas obtusas.

El dinero no sirve, pero sólo para aquellos cuyos resentimientos le hacen renegar de su valor por no tenerlo, ya que nunca les han puesto seriedad, amor y esmero a sus actuaciones laborales; para otros, no es la vida ni la felicidad, pero permite vivir con alguna sonrisa en los labios. El que lo adquiere con destreza y sabiduría operativa, es feliz con la redistribución social a través de la generación de trabajo y bienestar continuo.

Entonces el dinero es bueno siempre que lo logremos con la mente puesta en el bien.

El corazón del hombre vive en una batalla permanente entre los sentimientos y los ideales donde la fe, la salud, la familia, la formación primaria y lo recibido de nuestras ascendencias, juegan un papel importante en la formación de las riquezas materiales y espirituales pero nuestras convicciones, a la larga, estarán por encima de todo.

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Fausto Cotes: