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El dilema medioambiental II

Al respecto del tema, expresa acertadamente el economista británico, Sir Nicholas Stern “las pruebas de la gravedad de los riesgos de no actuar o hacerlo a destiempo son en la actualidad abrumadoras. Nos arriesgamos a un daño de una dimensión superior al causado por las dos guerras mundiales del último siglo. El problema es mundial y la respuesta debe ser una colaboración a escala global”.

El dilema medioambiental con las eventualidades que se presentan serian desastrosas para la prosperidad futura del mundo, es decir, estamos ante un dilema importantísimo que ha llevado a interrogantes, tales como ¿debemos reducir el actual consumo de combustibles fósiles para aliviar el impacto que el cambio climático puede tener en la generaciones futuras, incluso a pesar de que eso implique un crecimiento más débil y una mayor pobreza en el futuro inmediato? ¿o, por el contrario, debemos continuar como estamos y dar por sentado que las generaciones venideras, siendo más ricas y avanzadas científicamente que la nuestra, descubrirán la forma de combatir o mitigar el cambio climático? Según el economista británico citado anteriormente que escribió uno de los primeros informes sobre este dilema, los costos finales asociados con el cambio climático podrían ascender acerca del 20 por 100 del producto interior bruto global (unos 6 billones de dólares) en comparación con el 1 por 100 que costaría hacer frente al problema hoy. Nos obstante, la opción alternativa a saber esperar tampoco debería descartarse sin pensar.

A través de la historia, los avances tecnológicos han ayudado a resolver problemas medioambientales en apariencias insolubles. Basta pensar en las predicciones de Thomas Malthus en comparación con el resultado final bastante más feliz para comprender que el mercado tiende a desarrollar soluciones a los problemas que se enfrenta.

Por ejemplo, durante la era victoriana uno de los principales temores de la población de Londres era la que a medida que la ciudad crecía y con ella el número de caballos en sus calles, la capital inglesa terminaría sepultada en una pila de estiércol de caballo. Como es evidente este temor nunca llego hacerse realidad debido al nacimiento del coche a motor (el cual, por supuesto, plantea sus propios problemas ambientales) de forma similar hay muchas pruebas que sugieren que las nuevas tecnologías (ya sean los automóviles con motores de hidrógenos, los reactores nucleares de fusión o las instalaciones de CO2) ayudarán a resolver la crisis sin reducir el crecimiento económico de la generación de forma significativa.
*Especializado en gestión ambiental.

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Hernan_Maestre_Martinez: