Sucedió lo esperado, Venezuela entró oficialmente en una dictadura, antes se trataba de un régimen disfrazado con elecciones amañadas y una fachada de democracia, apoyada por algunos gobiernos que también sucumbieron, por corrupción y políticas extremistas, como Lula en Brasil y los Kirchner en Argentina. Poco a poco, Maduro y sus secuaces fueron perdiendo aliados y las proporciones, al verse acorralados por las protestas en la calle, no les quedó otra que sacar una Constituyente de la manga para quedarse con los poderes plenos, sacar a la Fiscal, Luisa Ortega, y disolver la Asamblea Nacional.
Es vergonzoso para América Latina que otro país, al igual que Cuba, entre al nefasto club del totalitarismo; pero es el resultado de dejar avanzar un proyecto sin ningún control por parte de la comunidad internacional, solo hasta el sábado Mercosur se pronunció con algún tipo de sanción, es también una derrota para los sectores de izquierda colombianos que comulgaron con Chávez y luego con Maduro, negando una realidad, se abstuvieron de pronunciarse con el cuento de la autodeterminación, a costa de un pueblo inmerso en una crisis humanitaria por falta de alimentos y medicinas.
¿Qué viene para Venezuela? La radicalización de la dictadura, alentada por Rusia, Cuba y China, que exprimen cada vez más las reservas petroleras del país vecino. La bravuconada de los golpistas seguirá hasta lograr neutralizar lo que queda de oposición en estos dos años de la Constituyente, está demostrado que no tienen Dios, ni ley y pueden superar cualquier límite de irracionalidad. El gran reto es para los países que no reconocen esta farsa, lograr consensos y aislar al dictador, activar la carta democrática de la OEA, buscar mecanismos y brindar garantías para que la oposición no sea exterminada como ocurrió en Cuba. Maduro se quitó la careta y seguirá inspirado en Fidel y Raúl, “Si ellos pudieron ¿Por qué yo no?” Pero, no es la misma época y la crisis humanitaria, va a acentuarse: los puertos sin barcos, los aeropuertos sin aviones, los supermercados sin productos, la inflación desbordada y más inseguridad, que ya tiene a los venezolanos resguardados en sus casas esperando un milagro; el tirano no cuenta con los márgenes extremos a los que el desabastecimiento va a llegar y eso sí puede tumbarlo en el mediano futuro, mientras tanto Colombia será el país más afectado del vecindario y Santos, quien durante ocho años se hizo el de la vista gorda, tendrá un problema de carácter inconmensurable al final de su gobierno, ya que el éxodo venezolano aumentará exponencialmente, afectando principalmente temas de salud, desempleo e inseguridad. Es cierto que no vivimos en un paraíso y padecemos muchas dificultades, pero a los refugiados venezolanos tenemos la obligación moral de ayudarlos, se requiere con urgencia un Plan Venezuela, para enfrentar la migración y amparar a esta población, procedente de un país que en otra época albergó miles de colombianos, llegó el momento de ser recíprocos. El proceso será largo, duro y costará sudor y lágrimas, pero es primordial mantener la esperanza de lograr un cambio. Dios guarde a Venezuela de esta tragedia llamada socialismo del siglo XXI.
@JACOBOSOLANOC
Por Jacobo Solano C.