Llegó el veranillo de San Juan empatando con este tenebroso verano que nos azota, para rematar la angustiosa y desesperante situación que atraviesan los agricultores y ganaderos, los primeros por no poder sembrar y los segundos que impotentes ven como sus hatos se desvanecen y la leche desaparece porque hace ya más de seis meses que no llueve regularmente y que según Max Henríquez se prolongará hasta mediados del año entrante como consecuencia del fenómeno del diablo y no del Niño, porque los niños son dulces e inofensivos.
Esto está verraco y cruel y sin solución a la vista que evite la tragedia, especialmente para los más pobres, pues no hay agua y la poca que tenemos la dejamos ir para que se pierda en el mar; no queremos guardar lo poco que nos queda y en poco tiempo no nos moriremos de sed, pero será difícil y costoso obtenerla, pues habrá que comprarla muy cara, más que ahora, mucho más, a precio de oro y no como ahora que un litro de agua vale más que uno de leche o gaseosa.
Para colmo de males el aguacerito que cayó en vez de hacernos bien lo que hizo fue mal, ya que llovió en la ciudad con características de vendaval e hizo destrozos y en el campo no cayó ni gota.
Hace como 30 años, no me acuerdo por qué, atendí a unos japoneses que llegaron a la ciudad y cayó un aguacerón que casi no nos deja salir para La Paz a donde los iba a llevar a comer almojábana y ver hermosas mujeres y en el Idema con el agua casi al cuello, me preguntaron que donde se guardaba el agua de la lluvia y les dije que se perdía e iba a parar a los ríos y de ahí a los mares. Entonces me dijeron que allá, en el Japón, de esa agua no se perdía una gota, que se guardaba en represas y en depósitos y luego era utilizada. Hemos observado, me dijeron, que aquí todavía regalan el agua en todas partes, pero llegará el momento que tendrán que comprarla para tomarla y los animales y aves se morirán de sed. Ya lo estamos viendo, compramos el agua para tomarla y la vacas, chivos, caballos y aves se están muriendo por montones, hay tendereta, pero todavía vemos como quedan establecimientos como El Patacón Pisao en donde regalan agua helada y el tinto, hecho con café y azúcar que generosamente Álvaro Castro, Ulises Galezo y yo le regalamos por arrobas a ‘La Mona’.
Que alguien diga algo de la represa de Los Besotes en el Guatapurí o una mini represa en el Badillo o siquiera pequeños distritos de riego o grandes reservorios en los ríos Callao, Ariguaní, Los Clavos y en Villanueva en el río del mismo nombre que casi está hecho y solo hay que hacerle unos muros para que el líquido se represe y vuelva a correr bajo el puente y mi pueblo recupere la fama de ser el primero en Colombia de vocación agrícola.