Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Una de las historias que ha tenido mayor resonancia en el mundo vallenato es la de Francisco Antonio Moscote Guerra, ‘Francisco El Hombre’, quien nació el sábado 14 de abril de 1849, hace 168 años, en Tomarrazón, jurisdicción del municipio de Riohacha, La Guajira.
Existen varias versiones sobre la fecha de su nacimiento, pero coincidieron en la anotada, la periodista e investigadora Consuelo Araujonoguera, en un trabajo publicado en varias entregas en El Espectador (febrero 13, 14 y 16 de 1984) y también el escritor Arístides Ospino Márquez -‘Ariosmar’- en su libro ‘Francisco El Hombre y la derrota del diablo’.
Sobre la famosa historia Consuelo Araujonoguera escribió: “Una noche al regresar Francisco después de una parranda de varios días y al ir hacia su pueblo, para distraerse en la soledad de la noche, abrió el acordeón y, sobre su burro, como era usual en aquella época, empezó a interpretar sus melodías; de pronto, al terminar una pieza, surgió de inmediato el repertorio de otro acordeonero que desafiante trataba de superarlo; de inmediato Francisco marchó hacia él hasta tenerlo a la vista; su competidor, para sorpresa, era Satanás, quien al instante se sentó sobre las raíces de un árbol, abrió su acordeón, y con las notas que le brotaban hizo apagar la luna y todas las estrellas.
El mundo se sumergió en una oscuridad tal, que sólo los ojos de Satanás resplandecían como tizones. Sus notas eran las de un gran maestro; algunos dicen que de ese encuentro nació el canto del Amor – Amor, pues Francisco, dueño de grandes virtudes y poseído de mucha fe, lejos de acobardarse con la abrasadora oscuridad, abrió su acordeón e hizo sonar tan hermosa melodía y la magia de la misma devolvió la luz a la luna y a las estrellas, infligiendo mucho temor del demonio. Después clamó a Dios y entonó el credo al revés con la potencia de su voz, de tal suerte que el demonio, vencido, exhaló un terrible alarido y con su acordeón a rastras huyó hacia las montañas donde se perdió para siempre”.
Por su parte el escritor Arístides Ospino Márquez, hace un relato sobre el nacimiento de Francisco. “En el hogar conformado por José del Carmen Moscote de Armas, el popular ‘Chécame’, y Ana Juliana Guerra, nació el 14 de abril de 1849, Francisco Antonio Moscote Guerra, conocido posteriormente como ‘Francisco El Hombre’.
Al nacimiento verificaron que era varón; por eso, José del Carmen Moscote no cabía de la emoción porque a más de ser su primer fruto, así era su deseo, por eso, expresó: “Menos mal que nació varón como yo quería, porque de haber nacido hembra, ya estuviera pensando en los gavilanes, porque dentro de unos cuantos años, me tocará estar subido en el techo, con un chopo en mis manos, para espantarlos, temiendo que alguno de ellos se llevare, algún día mi pollita, pero quien se me descuidara, con mi chopo le haría un disparo certero que le volaría el pescuezo”.
El Francisco de Gabo
La historia de Francisco Antonio Moscote Guerra traspasó fronteras cuando Gabriel García Márquez en la página 23 de su libro ‘Cien años de soledad’, escribió lo siguiente:
“Meses después volvió ‘Francisco El Hombre’, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, ‘Francisco El Hombre’ relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio. Fue así como se enteró Úrsula de la muerte de su madre, por pura casualidad, una noche que escuchaba las canciones con la esperanza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio”.
Gabo mencionó el folclor vallenato en buena parte de su obra; y en especial en su libro cumbre que se tradujo a más de 50 idiomas y se han vendido más 45 millones de copias. De esa manera de ‘Francisco El Hombre’ se supo hasta en la China.
Canciones a Francisco El Hombre
En el año 1971, Alberto Luis Pacheco Balmaceda, natural de Barranquilla, para coronarse como Rey Vallenato presentó el merengue ‘Francisco El Hombre’, donde recuerda ese episodio y en apartes de la canción anota:
Y si el diablo se aparece
digo en mi improvisación,
de que se encomiende y rece
si es que sabe de oración.
Yo le cantaré otra vez
exprimiendo mi acordeón
si es muy tesa la cuestión
le canto el credo al revés.
En ese mismo sentido, en 1973, Luis Enrique Martínez, para coronarse como Rey Vallenato presentó una puya con el mismo nombre donde destaca la historia de Francisco Moscote.
Francisco El Hombre, fue el hombre
de la puya y el merengue
solo ha quedado el renombre
de su historia y sus saberes.
Francisco el hombre en Galán
dejó un recuerdo infinito
y muchos recordaran todo
lo que fue Francisco.
Los versos de ‘El Turpial de Pondorito’
En el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2009 el jurado de piqueria le indicó a los verseadores de turno que el pie forzao era: “En mano de Francisco El Hombre”. Le correspondió iniciar a Rubén Toncel, ‘El Turpial de Pondorito’, quien como guajiro se sabía la historia. Es así como soltó el primero:
Decirlo me corresponde
y cumplo con mi deber
me voy a llevá una mujer
en mano de Francisco El Hombre.
Al rival, Edgar Martínez, le dio risa y soltó un verso de esos por cumplir, saliéndose de lo solicitado.
Yo si tengo mi renombre
pa’ acabá con El Turpial
y a ustedes quiero gritar
donde está Francisco El Hombre.
‘El Turpial’, al ver que no había verseado con las exigencias del jurado y el público no estaba satisfecho, sacó a relucir su talento ganándose el más grande aplauso.
De ti hoy no queda ni el nombre
y el pueblo me da el respaldo
hoy te pasará ni al diablo
en mano de Francisco El Hombre.
Se cumplieron 168 años del natalicio de Francisco Antonio Moscote Guerra, ‘Francisco El Hombre’, el gran personaje que a nota limpia se enfrentó con el propio Lucifer y lo derrotó tocando y cantando el credo al revés, asunto que según la historia no fue tarea fácil y menos teniendo a un contendor desconocido que causaba temor y cuyo perfume de azufre no era agradable.