Por: Oscar Ariza Daza
Hace algunos días, entró a mi salón de clases en la Universidad Popular del Cesar, una joven haciendo una campaña de recolección de fondos con el objetivo de recuperar a unos perros callejeros maltratados, que viven dentro del campus universitario.
Ver a estudiantes promoviendo una recuperación de la sensibilidad, a través de la ayuda a estos animales indefensos, revela que nuestras sociedades,antes educadas fallidamente en el cuidado del medio ambiente, hoy buscan establecer una forma de ecoternura, en la que la arrogancia humana ceda frente a una nueva sensibilidad porlanaturaleza,dando ejemplo de respeto por animales y plantas en este mundo amenazado por una cultura del exterminio en la que el desequilibrio en la relaciones entre los hombres y el ecosistema está llevando a problemas ambientales, por desconocer que tanto vegetales como animales generan procesos restitutivos que aseguran la continuación de la vida en el planeta.
Desgraciadamente, otros, insensibles a la ecoternura, apelan a la crueldad con los animales como única posibilidad de mostrar su fuerza y hacerse notar.
A mis manos llegó un oficio de protesta de un grupo de habitantes del conjunto residencial Villa Ligia III, en la que denuncian el exterminio sistemático de perros y gatos a manos de algún desequilibrado quien en protesta ante la falta de cumplimiento de las normas de algunos residentes en el manejo de sus mascotas, terminó pasándole factura a los pobres animales, envenenando hasta ahora a cuatro perros y seis gatos, pues según rumores, se ha propuesto matar más.
Acabar con la vida de un animalito porque hace sus necesidades en jardines ajenos, es una cobardía frente a seres que no tienen ninguna capacidad de defensa;es un argumentobárbaro,un comportamiento totalmente anómico que desprecia las normas, con el objetivo de aplicar su propia justicia.
La vida es sagrada en cualquiera de sus formas, por eso, hacemos un llamado a las autoridades ambientales a que investiguen este comportamiento delictivo, poniendo freno a conductas despreciables como la matanza de animales, que pone de manifiesto la urgencia de una redefinición ecológica de nuestra cultura que nos lleve a recuperar la sensibilidad por la vida de animales y plantas, pero sobre todo a dar ejemplo de tolerancia y convivencia en una modernidad que está llamada a proponer el diálogo y el entendimiento, para desterrar esa ideología guerrerista que tanto nos consume.